La sublevación de Jaca Y Cuatro Vientos: diciembre de 1930

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yusuf
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Alegoría en memoria de los capitanes Galán y García Hernández

ANTECEDENTES

            La situación política-social provocada por la dictadura de Primo de Rivera, era insostenible. Determinados elementos contrarios al sistema implantado por el dictador ya habían intentado su cambio mediante un medio muy utilizado en períodos anteriores: el pronunciamiento militar.

            Un primer intento se produce con el levantamiento del 24 de junio de 1926, más conocido por la Sanjuanada. Dirigido por varios generales – Varela, Weyler, Riquelme, etc.- fue un total fracaso al ser descubierto el complot y detenidos sus organizadores. En ésta asonada ya participó uno de los protagonistas de la sublevación de Jaca, el capitán Fermín Galán.

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Políticos implicados en la Sanjuanada

            Otro intento se produjo el 29 de enero de 1929, esta vez dirigido por José Sánchez Guerra, antiguo ministro de Alfonso XIII, que contaba con el apoyo de civiles como Azaña, Lerroux, Blasco Ibáñez o Eduardo Ortega y Gasset. Iniciado en Valencia, el golpe fue otro rotundo fracaso, acabando con el encarcelamiento de Sánchez Guerra –que fue absuelto en el juicio celebrado en noviembre del mismo año-. Este golpe no pretendía la instauración de la República, sino retornar al sistema liberal vigente anterior al golpe de Primo de Rivera.

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José Sánchez Guerra

            Es a partir de la caída de Primo de Rivera cuando los elementos republicanos, hasta entonces limitados a realizar política de café, comienzan a crecer y a pensar que la única manera de instaurar la República era mediante un golpe militar. Esta idea comienza a tomar cuerpo en la reunión que varios elementos opuestos al régimen mantienen en el conocido como Pacto de San Sebastián de agosto de 1930.

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Participantes en el Pacto de San Sebastián

            Se crea un Comité Ejecutivo Revolucionario integrado por Niceto Alcalá Zamora, Miguel Maura, Indalecio Prieto, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Fernando de los Ríos.

            Desde el verano de 1930 se venía produciendo un deterioro cada vez mayor de la situación, agravada por los problemas económicos que comienzan a presentarse con una mayor crudeza, terminado el periodo de auge económico que había provocado la neutralidad de España en la I Guerra Mundial. Se produce una primera crisis ministerial con la dimisión del ministro de Hacienda Manuel Argüelles, al verse incapaz de frenar la caída de la peseta.

            La situación en el otoño de 1930 era de efervescencia revolucionaria. El domingo 29 de noviembre se celebró un mitin multitudinario de afirmación republicana en la plaza de toros de las Ventas de Madrid. Ante miles de asistentes hicieron uso de la palabra varios representantes del republicanismo: Gerardo Abad, Marco Miranda, Martínez Barrio, Manuel Cárceles, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Niceto Alcalá Zamora y Alejandro Lerroux.

Azaña dirigiéndose a los asistentes en el mitin de las Ventas

            Todos los oradores pidieron el fin del sistema y la implantación de la República. Marcelino Domingo habló de la necesidad de cambiar el régimen para modernizar el país: « Nada de entusiasmos y depresiones histéricas. No sólo tenemos el deber de derruir, sino de edificar un nuevo régimen, sostenerlo, consolidarlo, defenderlo y fecundarlo para convertir esta sociedad del siglo XVII en una sociedad del siglo XX.». Lerroux habló de la necesidad de instaurar la República como medio de alcanzar nuevas metas: « Hay que implantar la República para España, no para los hombres: para la justicia, para restablecer la satisfacción interior, para rendir tributo a la ciencia y al trabajo.». Manuel Azaña calificó el régimen de tiránico: «Seamos hombres, decididos a conquistar el rango de ciudadanos o a perecer en el intento. Y un día os alzareis a este grito que resume mi pensamiento ¡Abajo los tiranos!». El más duro en su intervención fue Alcalá Zamora, que en una parte de su discurso se dirigió directamente a los militares: « La república quiere aún implantarse en paz. Resuelta, si no lo consigue, a implantarse en guerra. Pero hay una necesidad de que cada uno, para cumplir su deber para llenarse de razón, escuche cuál es el puesto que le corresponde: A nosotros, no intentar la algarada infantil, sino el esfuerzo arrollador y decisivo. Y a ellos, cuando España en pie pronuncie su voluntad en marcha, seguirle como escolta, precederla como vanguardia, abrirse en filas como en una procesión cívica; inclinar la bandera en señal de respeto, como en una parada. O a nuestro lado, o apartándose: enfrente, nadie, porque nadie tiene derecho a cerrar el paso a la voluntad decidida de España.»

            Los periódicos del día siguiente resaltaron el comportamiento cívico tanto de los oradores como de los asistentes, como reconoció el propio conde de Romanones a preguntas de los periodistas: « Me pareció muy bien. Resalta la nota de orden y disciplina y el sentido gubernamental de algunos oradores.»[1]

            En octubre se producen huelgas en Bilbao, Murcia, Logroño, Málaga, y Sevilla. El día 10 de ese mismo mes son detenidos varios civiles, y militares pertenecientes a la AMR, entre ellos Ramón Franco.

ABC, 11-X-1930

 

            El día 14 de octubre la policía causa dos muertos en el entierro de cuatro obreros muertos por el derrumbe de un edificio en Madrid. Estas muertes provocaron que se declarara la huelga general en Madrid, Barcelona y otras capitales. Ese mismo mes el Comité Revolucionario se transforma en Gobierno Provisional de la República.

            La situación era insostenible. Ya eran numerosos los civiles y militares que veían como única salida a la situación una insurrección armada.

PREPARATIVOS DE LA SUBLEVACIÓN

            Amén del Comité Revolucionario Central, se habían conformado comités revolucionarios en diversas provincias y localidades del país. El de Jaca lo integraban los capitanes Fermín Galán, Salvador Sediles, Ángel García Hernández y Miguel Gallo; los tenientes Guillermo Marín y Eustaquio Mendoza; y los civiles Antonio Beltrán “El Esquinazu”. Alfonso Rodríguez “El Relojero” y Julián Borderas – estos dos últimos miembros de la Agrupación Socialista de Jaca.

El Relojero, El Esquinazu, junto al anarquista Mariano Laclaustra

            Galán cuenta con el apoyo en Zaragoza del catedrático Sánchez Ventura, y en Huesca del profesor de la Normal de Maestros, Ramón Acín. Estos dos personajes de ideas anarquistas serían los encargados de preparar la sublevación en sus respectivas ciudades.

            El día 7 de diciembre de 1930 los conspiradores se reúnen en la cafetería Ambos Mundos de Zaragoza para ultimar los planes del alzamiento. Ese mismo día llegan a Jaca un grupo de ateneístas de Madrid, entre los que se encuentran José Rico Godoy, Ramón Martínez Pinillos y Fernando Cárdenas.

Salones de la cafetería Ambos Mundos

            En la noche del día 8 se produce otra reunión en Jaca en la que se decide que el alzamiento se producirá el día 12 a las cinco de la madrugada. En la reunión Galán manifestó su deseo de no retrasar más el alzamiento: « En caso de que tuvieran que darnos alguna orden, que la den por medio de algún emisario. Que no hacemos caso de ningún aviso postal, ni telegráfico, ni telefónico.»[2]. Esta frase de Galán reviste gran importancia tal y como se desarrollaron los acontecimientos. Tras la reunión, Galán envió un telegrama a Rafael Rodríguez Delgado que inmediatamente le transmitió a Azaña el contenido del mismo, éste le respondió que era conocedor de los planes de Galán por habérselos comunicado Graco Marsá; y que el Comité había decidido enviar a Jaca a Casares Quiroga para detener la sublevación.

            No se sabe si Rodríguez Delgado conocía la nueva fecha, según Graco Marsá. Según éste: «El Gobierno Republicano había fijado una fecha que no conocíamos pero que sabíamos era posterior al día catorce.»[3]

            A pesar de eso el día 11 se recibe en Jaca el telegrama diciendo «Los libros están en camino» que era la contraseña para indicar que todo estaba preparado para la sublevación.

            Para preparar la sublevación Galán se reunía todos los días, en el hotel La Paz de Jaca, con el capitán Sediles, los tenientes Mendoza y López Mejías, el capitán de la reserva Pialla y el alférez Ramón Manzanares. El plan inicial era tomar Huesca, en donde se les uniría el regimiento de Artillería, posteriormente se amagaría con ir hacia Zaragoza, cuando en realidad marcharían a Lérida y desde allí continuar hasta Barcelona, donde esperaba contar con la colaboración de la CNT.

            Parece claro que la relación de Galán con el Comité Revolucionario no era todo lo conexa como sería de desear, o al menos con alguno de sus integrantes. Así lo ve Carlos Sampelayo: « Las relaciones de aquel “gobierno fantasma” – que más tarde habría de ser real- con Fermín Galán habían sido siempre tensas, sobre todo con don Niceto. En cambio Lerroux le daba siempre la razón […]» (SAMPELAYO: 22)[4]

            Según Gabriel Coca Medina, redactor de El Socialista, en la redacción del periódico no todos estaban de acuerdo que hubiera que hacer una revolución, sobre todo entre los militares más veteranos. Incluso Besteiro en una conversación con él –partidario de la sublevación- le enfrió el ánimo revolucionario.[5]

            No parece haber duda que la idea de Galán sobre cómo debería realizarse el alzamiento y el sistema político a instaurar posteriormente diferían de los planes del Comité Revolucionario. Todo índice que los miembros del Comité estaban lejos de desear que se realizara una verdadera revolución en España. Su ideal era la proclamación de una república burguesa.

            Lo que es cierto es que los preparativos no se hicieron con la debida discreción. El Gobierno estaba al tanto de los movimientos de los sediciosos. Así se lo hizo saber el general Mola –entonces director de la DGS- en una carta enviada a Fermín Galán:

«Madrid, 27 de noviembre de 1930
Señor don Fermín Galán – JACA
Mi distinguido capitán y amigo:
Sin otros títulos para dirigirme a usted que el de compañero y el de la amistad que me ofreció en agradecimiento por mi intervención en el violento incidente de Cudia Mahafora[6], le escribo. Sabe el Gobierno y sé yo sus actividades revolucionarias y sus propósitos de sublevarse con tropas de esa guarnición: el asunto es grave y puede acarrearle daños irreparables. El actual Gobierno no ha asaltado el poder, y a ninguno de sus miembros puede echársele en cara haber tomado parte en movimientos de
rebelión: tienen, pues, las manos libres para dejar que se aplique el Código de Justicia Militar inflexiblemente, sin remordimiento de haber sido ellos tratados con menor rigor. Eso, por un lado; por otro, recuerde que nosotros no nos debemos ni a una ni a otra forma de gobierno, sino a la Patria, y que los hombres y armas que la Nación nos ha confiado no debemos emplearlos más que en su defensa. Le ruego medite sobre lo que le digo, y, al resolver, no se deje guiar por un apasionamiento pasajero, sino por lo que le dicte su conciencia. Si hace algún viaje a Madrid, le agradecería tuviera la bondad de verme. No es el precio a la defensa que de usted hice ante el general Serrano, ni menos una orden; es simplemente el deseo de su buen amigo que le aprecia de veras y le abraza

Emilio Mola»

 

LAS CONTROVERSIAS SOBRE LA FECHA

            Como hemos visto anteriormente ya habían existido varios aplazamientos. El Comité había fijado finalmente la fecha del 15 de diciembre para que se produjera el estallido revolucionario.

El día 14 se procedió al arresto de varios de sus miembros: M. Maura, Alcalá Zamora, Álvaro de Albornoz, L. Caballero, Fernando de los Ríos y Casares Quiroga; logrando escapar de la policía I. Prieto, M. Azaña, Marcelino Domingo y A. Lerroux. Maura citó la conversación que mantuvo con los agentes que fueron a detenerlo:

« […] les pregunté quiénes más iban a ser detenidos. Me dijeron que Alcalá Zamora, Azaña, Domingo, Casares, Albornoz y Prieto. Pregunté si no estaba en la lista don Alejandro, y el inspector sin la menor vacilación exclamó:

¡Oh no, a don Alejandro no le molestarán!

Don Alejandro tenía bula, sin duda alguna.

Sobre la fijación de la fecha para la sublevación hay testimonios muy dispares. En principio, según el Comité, la fecha fijada finalmente era el 15 de diciembre. Pero la discrepancia que existe entre los testimonios de algunos de los implicados al menos demuestra que la descoordinación era total.

Feliciano Benito (anarquista). « Se nos dijo que el movimiento sería el 29 de noviembre; días después que el 5 de diciembre […]» (La Tierra, 30-VII-1931, Cómo traicionaron los socialistas el movimiento de Diciembre)

Bernardo Pou (secretario de la CRT y miembro del Comité Revolucionario en Cataluña): «Ya se había aplazado varias veces el movimiento cuando se señaló la fecha definitiva, la del 10 de diciembre. Todos preparamos activamente […], pero hubo contraorden.»[7]

XVI Congreso de la UGT« […] la ejecutivas se reunieron el doce y se dio cuenta de la fecha en que debía comenzar el movimiento (15 de diciembre) y de cuantos detalles tenían con él relación […]» (Memorias y Actas del XVI Cº de la UGT, Madrid, 1932)

Salvador Sediles mantiene como fecha dada por el Comité la del 12 de diciembre: «Está explicado cómo a pesar de nuestro deseo y necesidad de salir cuanto antes, no lo hicimos hasta recibir órdenes del Comité» (SEDILES: 87)

Niceto Alcalá Zamora: « Cuando todo pareció propicio, se fijó la fecha el 15 de diciembre […] La fecha del alzamiento fue discutida y prevista varias veces, pero sin llegar a fijarla definitivamente, más que una sola, por la precaución fundadísima de evitar, como conseguimos, el desconcierto inherente a las órdenes y contraórdenes.» (Alcalá Zamora, De la prisión al poder, cap. II, El Sol, 10-V-1931) No parece haber duda que Alcalá Zamora no dice toda la verdad en esta declaración.

Lo que plantea una interrogante es que si el día 11 llega a Jaca el telegrama con el visto bueno, ¿cómo es posible que Rodríguez Delgado y Graco Marsá mantuvieran que ellos desconocían la fecha fijada?

Según algunas fuentes el Comité pospuso la fecha del 12 al 15 a petición de las guarniciones de Tarragona y Valencia.

 

 

 

 

CASARES QUIROGA

Casares Quiroga

La actuación del que luego sería presidente del Gobierno de la República en los hechos de Jaca, no deja de ser, cuanto menos, discutible. Duramente atacado por los historiadores anarquistas, que le tachan de traidor, su comportamiento parece más producto de su natural indolencia y falta de reflejos a la hora de tomar decisiones, que de una intencionada maniobra para hacer fracasar el movimiento de Jaca.

El día 11 Casares se trasladó a Jaca cumpliendo las órdenes del Comité Revolucionario.  Su misión era contactar con el capitán Fermín Galán para convencerle de que pospusiera la sublevación hasta el día 15. Se trasladó en un vehículo acompañado por Graco Marsá y el doctor Pastoriza, en otro vehículo viajaban algunos ateneístas, entre ellos Rodríguez Delgado.

«Según confirmó Rodríguez Delgado al historiador Manuel Tuñón de Lara, del grupo de ateneístas tan sólo él conocía los propósitos del Comité Revolucionario Nacional de atrasar la fecha. Efectivamente el profesor Jesús Prado Arrarte ignoraba este propósito, iban convencidos de que al día siguiente se sumarían al grupo de militares rebeldes, como así ocurrió.» (AZPIROZ 1984: 37)

Uno de los protagonistas del viaje. Prado, declaró a J.M. Azpiroz y F. Elboi « El día diez por la tarde un representante del Comité Revolucionario Nacional nos reunió para ordenarnos que nos trasladáramos a Jaca al día siguiente. Así lo hicimos, íbamos convencidos de que la sublevación se produciría en la madrugada del doce. El coche en el que yo viajaba llegó exactamente cuando en el reloj de una de las iglesias de la ciudad daban las cinco. En ese preciso instante los comprometidos jacetanos se dirigían a sublevar los cuarteles.» (AZPIROZ 1984: 44)[8]

Casares paró durante el trayecto de Madrid a Jaca para cenar. Finalmente llegó a la población oscense a la una de la madrugada, trasladándose al hotel La Paz, ya que no habían logrado habitación en el hotel Mur. A pesar de la insistencia de Graco en localizar A Galán para comunicarle el aplazamiento, Casares se negó aduciendo que estaba cansado y que se iba a dormir.

A este respecto Salvador Sediles dio una versión:

            « Salió de Madrid el susodicho ciudadano en compañía de dos revolucionario: los señores Graco Marsá, periodista y Manuel Pastoriza, médico. Traían orden de que no se empezase hasta el lunes y, naturalmente, tenían la obligación de comunicárnoslo […] Casares Quiroga sabía perfectamente que Galán estaba hospedado en el hotel Mur. Y si no lo sabía él lo sabía Graco Marsá […] Es decir lo saben todos, y suponen, tienen que suponer, que nosotros estábamos en vela aquella anoche esperando el último plazo, el acontecimiento decisivo.

Al llegar a la ciudad hay que buscarnos donde sea, despertarnos si estamos dormidos, hay que darnos la orden. Buscarnos es fácil, estamos allí, donde siempre; estamos despiertos levantados en el cuarto de Fermín.

Pero los emisarios, Casares Quiroga, Graco Marsá y Pastoriza, al llegar a Jaca con tiempo suficiente para cortar la rebelión que había que empezar seis horas después, no se encaminaron al hotel Mur `…] se dirigieron al hotel La Paz, en el extremo opuesto de la ciudad. A alojan allí con nombre supuesto y se meten en la cama […] y el señor Casares Quiroga se guarda la orden en el fondo de su conciencia.» (SEDILES: 85-86)

Por su parte Graco Marsá mantuvo que se fueron a dormir porque creían que tenían todo el día para localizar a Galán, ya que, según él, se había recibido un segundo telegrama que decía «retrasad envío sábado». De este supuesto segundo telegrama no hay rastro. Y además Graco cae en una contradicción. ¿Por qué insistía, según su propio testimonio, en localizar a Galán, si tenían todo el día para hacerlo?

Si nos atenemos al testimonio de Salvador Sediles, no hay duda de que la actuación de Casares Quiroga fue de una total irresponsabilidad, y todo indica que su testimonio es más fiable que el de Graco Marsá. Lo que es cierto de todo punto es que en su obra Graco Marsá éste cae en numerosas contradicciones.[9]

Casares Quiroga conoció que se había producido la sublevación por boca de Graco Marsá, que había salido del hotel para entrevistarse con Fermín Galán. Según Graco Marsá la reacción de Casares al conocer la noticia fue la de eludir toda responsabilidad: « Yo, desde luego, no puedo hacerme responsable de la sublevación […], la fecha estaba dada para la madrugada del lunes, y yo sólo puedo avalar los actos que se realicen según el plan hecho por el Comité. Esta gente ha hundido a la República por unos años; yo me marcho, o me entrego.» (MARSÁ: 58)

A través del testimonio de Rafael Rodríguez Delgado conocemos algo más sobre la actitud de Casares: « Casares Quiroga decía que se alzarían a las cinco de la madrugada del día 12, puesto que así lo había comunicado Galán a Azaña; por el intermedio de Rafael Rodríguez Delgado […] Azaña confiaba en que Casares Quiroga llegaría a tiempo para prevenir a Galán, quién desde luego parecía dispuesto a aplazar la fecha del alzamiento si se trataba de unos pocos días. El hecho de que el coche en que Rodríguez Delgado que se dirigía desde Madrid a Jaca sufriera una avería y no llegara a su destino hasta las ocho de la mañana del día 12, cambió tal vez el curso de los acontecimientos […] Si hubiera hablado con Galán la noche antes habría sido aplazado.» (TUÑÓN, 1973, pp. 204-205)

De lo que no hay duda es que Casares mintió al Comité cuando le dio su versión de los hechos al afirmar que cuando llegó a Jaca la sublevación ya había comenzado. Así mismo su versión de lo que pretendía Galán: instaurar un gobierno de corte anarquista en Zaragoza hasta su proclamación en Madrid, carece de todo sentido.

Azpiroz y Elboj plantean algunas incógnitas y conclusiones que bien merecen una profunda reflexión y un intento de continuar la investigación para darles una respuesta convincente.

« 1. Que fuera Graco y no Casares Quiroga quién primero se entrevistara con Galán.

 2. Que Casares hable de incumplimiento de una fecha que, si alguien tenía que haberla comunicado era él.

3. Que fue precisamente Casares quién no cumplió con los planes del Comité.

4. La gran acusación contra los rebeldes de haber hundido a la República por unos años.

            Habría que plantearse otras incógnitas como ¿por qué se fue a dormir Casares sin contactar con Galán? ¿No estaría interesado en que fracasara el alzamiento?

            Viendo la actitud que tomó Casares Quiroga el día 18 de julio, en su calidad de presidente del Gobierno de la República, negándose a armar al pueblo para hacer frente a la sublevación militar, nos da una prueba de que el político gallego lo que más temía es que las fuerzas populares tomaran el poder e iniciaran una verdadera revolución. Hay pues más que indicios para pensar que Casares Quiroga no hizo todo lo que estaba en su mano para parar el levantamiento de Jaca. ¿Por omisión o plenamente consciente?

LA SUBLEVACIÓN

Sublevados junto a civiles

            A las cinco de la madrugada Galán, Gallo y García Hernández sublevan al Regimiento nº 19 del Cuartel de la Victoria; poco después Salinas, Mendoza y Marín se dirigen a la Ciudadela a sublevar a la Batería de Artillería allí ubicada y detener al teniente coronel Alfonso Beorlegui[10], que estaba al mando de la Batería. Hacia las seis de la mañana se había completado el levantamiento, tras la detención del comandante militar de la plaza, el general Fernando Orruela.

Primeros momentos de la sublevación

            Hacia las 7,15 de la mañana se produjo un enfrentamiento entre el sargento de la Guardia Civil Demetrio Gallego López y el sargento del Regimiento de Galicia Francisco García Oliván, con una patrulla del regimiento de Galicia mandada por el sargento Burgos, en los aledaños de la plaza de la Catedral. De resultas del enfrentamiento muere el sargento Oliván, siendo heridos los soldados Luis Bobadilla y Policarpio Urruzola.

                  

Sargento Demetrio Gallego                                     Plaza de la Catedral

            La resistencia opuesta al alzamiento fue mínima. Galán se entrevisto con los miembros de la Guardia Civil, llegándose a un “pacto de caballeros”. Los guardias -17- quedaron acuartelados en la Casa Cuartel, mientras las armas eran guardadas en otra estancia de la dependencia custodiadas. Por su parte el teniente coronel de Carabineros Joaquín Rodríguez Mantecón se entrevistó con Alfonso Rodríguez “el Relojero” – con el que mantenía cierta amistad-, llegando al acuerdo que los Carabineros no intervendrían. También se acordó que si la sublevación triunfara se diría que los Carabineros se unieron a ella después de salir de Jaca, en caso contrario se diría que los que habían quedado en Jaca habían depuesto su actitud entregando la plaza al teniente coronel de Carabineros.

Posteriormente Rodríguez Mantecón envió a dos guardias a que avisaran al resto para que se dirigieran a la Comandancia. Al salir los dos agentes se encontraron, en la calle Mayor, con un grupo de militares al mando del alférez Rodríguez que les pidieron que les entregaran las armas, al negarse los carabineros se produjo un tiroteo de resultas del cual murieron los carabineros Sabino Ballastino y Manuel Montero, siendo herido el civil Rafael Robles Soldevilla.

            La poca resistencia al alzamiento lo refleja que solamente se produjeran dieciocho detenciones: general Fernando de Urruela y Sanabria; coronel Miguel León Garabito; tenientes coroneles, Ignacio Zapino Cabrero, Alfonso Beorlegui Canet, siete comandantes – entre ellos el ayudante de Urruela, que además era miembro del Somatén, y Garabito Fons-, seis capitanes – entre los que se encontraba el de carabineros Díaz Montes- y un teniente que se habían negado a unirse al alzamiento. Unos fueron trasladados al Ayuntamiento mientras que otros quedaban retenidos en sus domicilios.[11]

            Cuando Graco Marsá se dio cuenta que el alzamiento había comenzado se unió a él, junto a Lumpuy y Pastoriza. Antes Graco le había comunicado la noticia a Casares Quiroga, le contesta que él no se responsabiliza de lo sucedido y que esperará en Jaca la entrada de las tropas gubernativas para entregarse.

            Una vez controlada la situación se procedió a la requisa de vehículos, que tardó varias horas en llevarse a cabo por la resistencia de algunos propietarios a ceder su vehículo; además el abastecimiento de combustible se hacía mediante embudos lo que provocó más retraso. Este retraso sería crucial para el desarrollo de los posteriores acontecimientos. Finalmente la columna que partía por carretera lo hacía a las 14,30 mandada por Galán, mientras que la que lo hizo por ferrocarril no salió hasta las 16,40 dirigida por Sediles.[12]

            Antes de partir se nombró una Junta Municipal Revolucionaria al frente de la cual se puso al republicano moderado Pío Díaz Pradas – que puede considerarse como el primer alcalde de la II República-[13]. El nuevo alcalde salió al balcón del Ayuntamiento pronunciando estas palabras: « En nombre del Gobierno provisional revolucionario, queda en la ciudad de Jaca, proclamada la República.». La Junta ordenó el cese de toda actividad mercantil e industrial, con excepción de aquellos establecimientos que vendieran artículos de primera necesidad. Asimismo se ordenó a todos los vecinos que tuvieran armas que se personasen en el Ayuntamiento para recibir órdenes. Se permitió la libre circulación por toda la ciudad, incluso en los cuarteles, con excepción del Ayuntamiento. Poco después se dio lectura al bando escrito por el propio Galán:

Manifiesto de Fermín Galán

El Esquinazu procede a leer el bando de Fermín Galán

            Antes de partir de Jaca comenzó una pertinaz lluvia que provocó que los soldados salieran empapados. En Jaca se quedaron unos ochenta soldados que, junto a algunos civiles serán los encargados de mantener el orden y cumplir las misiones propias de la retaguardia.

EL CAMINO DE LAS COLUMNAS

            Las columnas toman el camino de Ayerbe para desde esta localidad continuar la marcha hacia Huesca. Mientras el gobernador militar de Huesca, general Manuel de las Heras, conocedor de la noticia, parte para Ayerbe, población a la que llega sobre las 16,00 horas, le acompañan varios oficiales. Poco después se les une un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Cerdeño Martín, que tras mantener una conversación con el general continúa su camino. Hacia las cinco de la tarde una compañía de Vías y Obras levanta las vías férreas del tramo entre Ayerbe y Riglos-Concilio.

            En las inmediaciones de Anzáñigo lo sublevados se encuentran con el general de las Heras. Al que acompañan algunos oficiales y una docena de guardias civiles. Se establece un diálogo entre el general y un oficial de la columna; sin saber muy cómo el diálogo se transformó en un tiroteo entre ambos bandos. De resultas del enfrentamiento armado mueren el capitán de la guardia civil Mínguez y el número Palús; resultando heridos el teniente coronel Cafén y el propio general de las Heras. De las Heras ese refugió en el santuario de la Virgen de Izarbe. Al día siguiente fue trasladado a La Peña, donde se realizaron las primeras curas, llegando finalmente a Huesca en la tarde del día 13, en donde finalmente falleció a causa de sus heridas.

Cadáver del capitán Mínguez

            En relación a las heridas sufridas por el general de las Heras, hay cierta controversia. El parte médico decía que presentaba una herida en el antebrazo izquierdo. Dos días después varios diarios (Diario de Huesca, Montearagón, La Voz de Aragón) informaban que el general había sido herido en las nalgas.

            Otra incógnita a despejar es que ¿por qué el general de las Heras se opone a la columna de sublevados, con apenas una docena de guardias civiles? Algunas fuentes apuntan a que el general de las Heras estaba en principio comprometido con la sublevación, pero que al ver que no tenía carácter nacional decidió que había que parar el movimiento; otras mantienen que intentó mantener el principio de autoridad y evitar un derramamiento de sangre. Sea como fuere lo que no hay duda es que el general de las Heras actuó con una total falta de responsabilidad.

            Tras el incidente con el general de las Heras, la columna reinicia su camino hacia Ayerbe, lugar al que arriba a las 22,30. Los sublevados son recibidos entusiásticamente por la población que les proporciona víveres y bebidas. Ayerbe, localidad con fuerte tradición republicana ya había proclamado la República antes de la llegada de la columna.

Ayerbe tras la llegada de la columna sublevada

            No todos los habitantes de la población estaban con la sublevación. La telegrafista Anita Companys había estado informando de todos los movimientos de los sublevados a las autoridades gubernativas. La prensa informó erróneamente que la persona que había estado en contacto con el Gobierno había sido la telefonista Anita Torrero. A pesar del craso error, el general Berenguer premió a ambas, enviándoles sendos brazaletes de diamantes.

La telefonista de Ayerbe Anita Torrero

 

            En Ayerbe se unieron a la columna unos cincuenta civiles. Todos juntos partieron de la localidad sobre la 1,30 de la madrugada; aún les separaban 22 kilómetros de Huesca.

            La tardanza en la salida y el desplazamiento de las tropas sublevadas había provocado que el Gobierno hubiera tomado las medidas necesarias para frenar el movimiento. Desde Huesca había partido el general Dolla Lahoz con numerosas tropas y piezas de artillería. Las tropas del Regimiento de Infantería Valladolid 74 y las del 5º Regimiento de Artillería se apostaron en las lomas de las Coronas de Cillas, al mando del coronel Juan Muñoz Barredo.

Artillería emplazada en Cillas

            Cuando la columna de los sublevados divisa a las tropas gubernamentales, Galán envía a García Hernández, Salinas y el Esquinazu a parlamentar; los tres emisarios se acercan a los gubernamentales enarbolando bandera blanca. No hubo diálogo, los tres emisarios fueron inmediatamente detenidos.

            Las tropas sublevadas se mantienen inactivas, hay una gran confusión, unos quieren iniciar el ataque, otros siguen pesando que las tropas gubernamentales no abrirán fuego. Galán, al que posiblemente le venía grande el tomar iniciativas ante una situación como la que se presentó –quizás porque no esperaba encontrarse con resistencia en su camino a Huesca- no sabe qué hacer.

            Las tropas gubernamentales comienzan el ataque con fuego de artillería y fusilería. Cuando suena los primeros disparos se produce una desbandada general entre los rebeldes. El general Dolla ordena que el escuadrón de Caballería Castillejos salga en persecución de los huidos. Tras la refriega, que apenas dura hora y media, hay tres muertos – cinco según otras versiones- y veinticinco heridos, que son atendidos en el santuario de la Virgen de Cillas. Las tropas de Dolla toman a ciento setenta y uno prisioneros.

            Las tropas sublevadas que habían huido en desbandada dejaron numeroso material abandonado que fue recogido por las tropas gubernamentales.

Camiones abandonados por los sublevados

            A media mañana varios aviones sobrevolaron la zona lanzando octavillas firmadas por el capitán general en la que conminaba a los sublevados a rendirse: « En toda España hay absoluta tranquilidad, muchos batallones y baterías vienen a prenderos. Si arrojáis las armas y os entregáis, tendré benevolencia con vosotros; de lo contrario seré inexorable en el castigo».

            Aunque Galán había logrado huir en un vehículo, mandó parar el mismo a la altura de Biscarrués, en donde se entregó a las autoridades. Con su entrega, Galán intentaba quitarles responsabilidades a Salinas y García Hernández. Un grupo de huidos fueron detenidos en Ayerbe cuando llegaron las tropas dirigidas por el general Dolla

Tropas del Gobierno en Ayerbe junto a los sublevados detenidos

ACTITUD EN OTRAS CIUDADES

            En toda España la descoordinación fue el elemento destacado. En la práctica totalidad del país se declaró la huelga general, pero los militares permanecían acuartelados. Esta pasividad pudiera ser que se debiera a que la mayoría de los miembros del Comité Revolucionario habían sido detenidos.

            Amén de en Jaca y Cuatro Vientos, solamente en San Sebastián hubo un pequeño grupo que asaltó el Gobierno Civil. En Huesca se declaraba la huelga general en el mismo momento en que los sublevados llegaban a Cillas.

            En Zaragoza, la UGT y la CNT no acaban de ponerse de acuerdo en las medidas a tomar, discutiendo si deben ser ellos o los militares los que tomen la iniciativa, solamente el cenetista Ramón Ejarque, junto a algunos compañeros del sindicato, se decide a secundar a los sublevados. El día 13 la huelga general se extiende por toda la ciudad. El día 18, el Heraldo de Aragón da noticias de la huelga[14]: « Durante el sábado [13] el paro se generalizó de manera extraordinaria; únicamente salieron algunos tranvías […] pero conducidos por militares y obreros esquiroles y custodiados por tropas […]. Hasta los cafés cerraron sus puertas faltos de personal […] el servicio, que se prestó al público en algunos establecimientos por los dueños, encargados y botones, y en otros por grupos de jóvenes de conocidas familias zaragozanas […] La huelga cundió en todas las fábricas, talleres, obras.» (citado GÓMEZ. 388)

            Ante la situación de huelga general en Zaragoza, el capitán general de Aragón emite un amenazante bando:

«Don Jorge Fernández de Heredia y Adalid, Capitán general de esta región.

Hago saber que habiendo abandonado el trabajo en esta población sin motivo justificado algunos mal aconsejados obreros y estando dispuesto a evitar coacciones y mantener a todo trance el orden público `…] ordeno que todos los talleres, comercios, mercados, obras, fabricas y establecimientos públicos permanezcan abiertos durante la jornada legal de trabajo a cuyos dueños haré responsables del incumplimiento de esta orden.

Asimismo hago saber que someteré a la jurisdicción militar cuantas alteraciones de orden público puedan cometerse, llegaré a la aplicación de penas y sanciones incluso hasta imponer las más severas […]

Los obreros de los ramos y servicios públicos de abastecimientos y comunicaciones de toda la población que se nieguen a trabajar o abandonen sus labores, serán juzgados sumariamente […]

Con arreglo al reglamento, los individuos pertenecientes al somatén serán considerados como fuerzas armadas a efectos de sanción, penalidad y competencia para conocer de los delitos contra ellos cometidos.

Zaragoza, 13 de Diciembre de 1930 (citado GÓMEZ: 389)

            En Lérida, tras el fracaso de la sublevación, el general Berenguer procedió a disolver el Regimiento Navarra, acusado de haber estado implicado en el alzamiento de Jaca y de ser un nido de republicanos.

            En las Cinco Villas – comarca de amplia tradición republicana- que comprende las poblaciones de Gallur, Tauste, Mullén, Uncastillo y Ejea de los Caballeros, si hubo un importante apoyo a la sublevación.

            En Gallur, conocida por “la Pequeña Rusia”, fue donde mayor dureza revistieron los enfrentamientos. En esta población actuaron conjuntamente anarquistas, republicanos y socialistas –todo lo contrario que en el resto de España-. Cortaron la línea telefónica, levantaron las vías ferroviarias, etc. Las fuerzas revolucionarias se hicieron con el control del pueblo. Cuando llegó a la población el Regimiento Saboya comenzaron a producirse detenciones. Es en estos momentos cuando comenzó un fuerte tiroteo que dejó un saldo de cuatro heridos.

            En Mullén, cuando la Guardia Civil se personó, el juez Andrés Pardo les comunicó que todo estaba en orden. Aunque la huelga fue pacífica el Comité local fue detenido. Igual ocurrió en Uncastillo, donde los líderes más significativos fueron detenidos y clausurado los centros republicano y de la UGT. En Ejea de los Caballeros hubo ciertas alteraciones del orden público que terminaron cuando llegó el Ejército.

            El día 15 se declaró huelga general en muchos lugares de España –una excepción fue Madrid-. En diversos lugares se produjeron violentos enfrentamientos, como en Gijón. En la ciudad astur los manifestantes incendiaron la iglesia de los jesuitas; como resultas de los enfrentamientos hubo un muerto. En Cantabria hay fuertes enfrentamientos que se saldan con varios heridos y tres muertos. Un guardia civil en Torrelavega y dos obreros en Santander. En San Sebastián un grupo de manifestantes intentó asaltar el cuartel de la Guardia Civil, muriendo un sargento y un número y resultando varias personas heridas.

            En Barcelona los insurrectos lanzaron una proclama, firmada, entre otros, por Jaime Aiguader i Miró (socialista), Manuel Carrasco Formiguera (Acción Catalana), Lluís Companys (ERC), Joaquín Maurín (comunista) y J. Xirau

« Ha estallado el movimiento revolucionario en toda España. Su único objetivo, por el momento es la implantación de la república. Los partidos republicanos y obreros de Barcelona y Cataluña entera […] piden ayuda a todos, especialmente al Ejército, para que el cambio de régimen pueda llevarse a cabo […] con el menor derramamiento posible de sangre.

Queremos que la huelga y todo el movimiento se desarrolle en Barcelona de un modo pacífico. Condenamos, por tanto, todos los actos de violencia y salvajismo que, seguramente intentaran los elementos provocadores […]

¡Viva la República!»(citado GÓMEZ. 391)

            Posiblemente fuera en Alicante el lugar en donde el movimiento tomo caracteres más violentos. El detonante fue el asesinato por parte de la Guardia Civil del joven socialista Manuel Zaragoza. La población de Callosa de Segura rodeó el cuartel de la Guardia Civil con la intención de incendiarlo. La revuelta se extendió a municipios cercanos: Crevillente, Elche, Elda, Móvar y Aspe, lugares en donde es proclamada la República. El Gobierno envió tropas desde Murcia y una bandera de la Legión que había llegado desde Ceuta. Hasta el día 18 se producen constantes enfrentamientos.

            También en Andalucía se produjeron incidentes de consideración en Sevilla, Córdoba y otras poblaciones; con un saldo final de varios muertos y heridos.

            La repuesta a la llamada a la huelga general en toda España no fue lo unánime que deseaban sus promotores. En parte fue debido a las discrepancias surgidas en el seno de la UGT; por ejemplo en Madrid no se llevó a cabo por la negativa de Besteiro y sus seguidores a realizar el llamamiento, ya que estaba en contra de apoyar el movimiento insurreccional.

            El día 20 puede marcarse como el final total de la insurrección.

JUICIO DE FRMÍN GALÁN Y GARCÍA HERNÁNDEZ

            El capitán general de la región Jorge Fernández Heredia, siguiendo órdenes de Madrid, ordenó al gobernador militar de Huesca, Joaquín Gay Borrás, que se iniciara inmediatamente un juicio sumarísimo.

           

Los acusados durante la celebración del juicio

            A las diez de la mañana del día 13 comienzan los interrogatorios. El primero en declarar es el teniente Manuel Muñiz Izquierdo, tras él lo hace Luis Salinas, que manifiesta no saber quién mandaba la columna, ni el objetivo de la rebelión. A las once cuarenta y cinco presta declaración Ángel García Hernández, que dice que las fuerzas eran mandadas por Galán y que el objetivo era cambiar la forma de Gobierno, posteriormente declaró otras dos veces a petición propia. En la tercera declaración manifiesta: « Que fue llamado por el capitán Galán al cuartel y le dijo que había un movimiento general en toda España. Que formaba el capitán Galán parte del Comité Central Revolucionario, y que lo publicó en el bando que dio en Jaca; que el declarante se encontró con el hecho consumado de la tropa sublevada y… creí más natural seguir con ella.» (citado GÓMEZ: 319)

            Cada poco tiempo se van recibiendo órdenes desde Madrid para que el proceso se acelere todo lo que sea posible. Ante estas premuras el juez instructor, comandante Adolfo Nieto Castro, protesta por la presión que está recibiendo; que las cosas deben hacerse con mesura para evitar que se pueda proceder a una condena injusta. Su protesta provocó que fuera cesado y sustituido por el comandante Antonio Santos Oteiza.

            A la una de la madrugada del día 14, Fermín Galán escucha la diligencia del procesamiento.

            « Preguntado si fue el director del movimiento iniciado en Jaca el día 12 de diciembre y en caso afirmativo causas que motivaron el hacerlo, dijo: Que en efecto, dentro de lo local que el sector de Jaca representaba dentro de la nación, fue él el director de ese movimiento, siendo las causas que lo motivaron las derivadas de un convencimiento pleno cuya raíz tenía su identidad en la esencia misma del actual estado interior de nuestro país.

            Preguntado qué actos se realizaron con anterioridad y posteriormente, dijo: Que ligado desde los tiempos de la Dictadura a ideas liberales, exaltadas durante este tiempo de privación de ellas, el declarante llevó a cabo una suma de actos presididos por este espíritu, de cuyo conjunto surgieron convicciones profundas. Tal suma de actos referida, le ligaron con elementos activos para consecución de una más amplia libertad. […]

            Preguntado por cuantos actos realizados en ese día en Jaca antes de la salida de la columna con un Guardia Civil y unos Carabineros, dijo: Que situado en el puesto de mando en la Sala de abanderas de su Regimiento, de la que no salió para nada durante el tiempo que la columna permaneció en Jaca, no sabe cómo se produjeron esos actos y violencias, de los cuales tuvo conocimiento con posterioridad, sin que sepa quiénes fueron los autores materiales. […]

            Preguntado por lo sucedido en las proximidades de esta capital con las fuerzas, dijo. Que tal era la convicción que tenía de que el choque no podía producirse por palabras y promesas formales continuadas y aún recibidas el día anterior, sin que pueda decir de quiénes, que en la aproximación a las fuerzas desplegadas de Huesca avanzó con un mínimo de precauciones; y al hacer alto, dos capitanes amigos, uno de Infantería y otro de Artillería, se adelantaron en un coche ligero con enseña blanca a recibir la confirmación del abrazo tantas y tan repetidas veces ofrecido. Grande fue la sorpresa cuando a los pocos momentos de partir, y sin que para nada volvieran las tropas de Huesca, desplegadas, rompieron el fuego sobre la columna estacionada; sin más sostén que una insignificante avanzada y flanqueos. La tropa impregnada de la inmediata fraternidad con las tropas de enfrente, recibieron con la natural sorpresa el vivísimo fuego al que se la sometió durante breves momentos; algunos soldados contestaron al tiroteo, pero pudo notarse cómo con rapidez se llegó al alto el fuego, produciéndose un silencio por ambas partes, que de nuevo rompieron las tropas de Huesca cuando se iniciaba la retirada; el declarante afirma que una vez que vio que  la fraternidad entre las tropas no existía, ni un solo momento vaciló en ordenar la retirada, que se produjo en dispersión por los efectos de las ametralladoras y de la artillería de las tropas de enfrente. […]

            Preguntado si tiene algo que decir, dijo: Que desea hacer constar que a razón que le ha guiado a presentarse voluntario a la autoridad está inspirada en su deseo que se conozca la verdad, aún en contra del mismo declarante, y que lo dicho es la verdad de lo ocurrido. Y leída que le fue esta declaración, la reconoce como suya a firma y ratifica en su contenido; firmándola con el Juez y Secretario que certifico.»

            A las cinco de la mañana del día 14 se formó el tribunal presidido por el general Arturo Lezcano Piedrahita, como vocales actuaron el general Joaquín Gay Borrás, los tenientes coroneles  Enrique Cortiles Baelga y Julio Marina Muñoz, y los coroneles Lorenzo Moliner Armengol y Juan Muñoz Barredo; el vocal ponente fue el auditor de brigada José Casado García; las acusaciones corrieron a cargo del coronel José Laguna Pardo, actuando como defensor el capitán José Mª Vallés Foralada.

            A las nueve de la mañana dio comienzo el juicio, en el cuartel Pedro I de Huesca. En el banquillo de los acusados se encontraban Fermín Galán, Ángel García Hernández, Luis Salinas, Manuel Muñiz Izquierdo, Miguel Fernández Gómez y Evaristo Gisbert Bay.

            Las sentencias que se iban a dictar parece que estaban más que decididas antes del comienzo del mismo. En el transcurso del proceso, ya comenzaron a oírse voces pidiendo clemencia para los acusados, ante el temor que se dictaran sentencias de muerte. Una de ellas se la hizo llegar Ossorio y Gallardo –presidente del Colegio de Abogados- al propio general Berenguer:

            « […] Trazar entre las ideologías contendientes una línea de sangre, acentuaría el funesto resurgir, que se advierte ya, de las maneras con que los dos primeros tercios del siglo XIX envilecieron a España. […]

            El ejecutar penas capitales producirá en la mayoría de los españoles una emoción de índole muy peligrosa cuyas consecuencias son para prevenirlas. […]

            Por Dios y por España, señor Presidente, agote sus esfuerzos en que no surja lo irremediable; que si a sangre del facineroso sólo mueve a conmiseración, la sangre del delincuente político es simiente de represalias, enconos y protestas que ponen en peligro aquello mismo que al verterla se quiere defender, y fácilmente da ocasión a luchas fratricidas de incalculable alcance. Para volver a su nuevo cauce, no es sangre lo que demanda España, sino justicia y libertad.» (citado GÓMEZ: 346)

            El periódico El Liberal, en su editorial del día 13, le recordaba al rey que él debe su puesto a una insurrección armada: « En España la sublevación tiene su tradición gloriosa para monárquicos y para republicanos. Es gloriosa para la Monarquía la tradición de la sublevación, porque debe su restauración al hecho consumado en Sagunto. Y lo es para los antidinásticos porque la revolución del 68 fue un acontecimiento de igual naturaleza. Y lo es también para los más amigos del orden, para los mismos  partidarios de la dictadura, porque lo ocurrido el 13 de septiembre de 1923 fue una sublevación triunfante, sin más que la presentación de las armas.»

            Hasta el propio abogado defensor era consciente de cual iba a ser el fallo del tribunal, quizás por eso sus esfuerzos se centraron en evitar la condena de muerte para el capitán García Hernández: «El capitán don Ángel García Hernández creyó, como los demás, en el cambio de Gobierno. El dinero que llevaba era de los soldados de la Compañía de ametralladoras que mandaba en Jaca y suyo. Obró bajo la sugestión del capitán Galán. Durante la marcha no mandó fuerza alguna. Al llegar a Cillas se presentó en unión de Salinas, antes del combate, al señor coronel Muñoz Barredo, quien, con un oficial les remitió a presencia del general Dolla. No fue autor material ni ordenador, de ningún acto violento, ni se reunió previamente con nadie.»; su alegato final pedía clemencia para los acusados: «  ¡Excelentísimos señores, compasión! No son malos, son equivocados. ¡Aisladles si son peligrosos, pero no los suprimáis! ¡Señor Dios de los Ejércitos, ten piedad de ellos! ¡Protégeles, devuélveles la libertad, sálvameles la vida!» (citado GÓMEZ: 348-351)

            La sentencia fue demoledora: Galán y García Hernández son condenados a muerte; el resto a cadena perpetúa con la accesoria de pérdida de empleo.

            Varios estudiosos del tema señalan que la sentencia fue sugerida desde Madrid, ordenando que hubiera dos penas de muerte que en principio debían ser para Galán y Sediles, pero el encontrarse el último fugado, le sustituyó García Hernández.

EJECUCIÓN

            A las 11,30 el capitán general comunica la sentencia al Gobierno. Desde Madrid le piden que espere. Todos piensan que la ejecución demorará al menos veinticuatro horas ya que se realizan ejecuciones en domingo. Mientras Galán y García Hernández son recluidos en el dormitorio de un oficial del cuartel, les acompañan su defensor y dos capellanes.

            A las 13,30 Berenguer comunica al capitán general que proceda a ejecutar la sentencia. En el Consejo de Ministros no todos estuvieron de acuerdo con la decisión tomada, Estrada, Sangrio y el duque de Alba se mostraron contrarios al cumplimiento de la sentencia. Berenguer al parecer visitó al monarca para que firmara el indulto; no solo no lo hizo sino que apremió para que la pena se cumpliera a la mayor brevedad.

Lugar donde fueron ajusticiados los capitanes Galán y García Hernández

            Se designaron dos piquetes formados cada uno por ocho soldados, un cabo y un sargento, y dirigidos por dos alféreces del Regimiento de Infantería: José Pérez Lafuente y Faustino Fuente Arce.

            Poco antes de ser trasladados al lugar de la ejecución se les ofreció confesión a ambos, García Hernández así lo hizo, pero Galán se negó, diciéndole al sacerdote: «No se canse. Como amigo, deme un abrazo y todos los que quiera; me hacen falta en estos momentos. Pero como sacerdote pierde usted el tiempo conmigo.»

            En un camión fueron trasladados al polvorín de Fornillos, lugar previsto para la ejecución. Cuando ya están colocados frente al paredón, ambos se niegan a ser vendados, abrazan a los alféreces jefes de los pelotones y Galán les pide ser él quién de la orden de disparar. Antes pidió poder fumarse un pitillo, una vez encendido le regaló su mechero al alférez que mandaba el pelotón de ejecución. Las últimas palabras de Fermín Galán son « ¡Fuego y viva la República!»

            García Hernández murió en el acto, le habían alcanzado cuatro disparos, dos de ellos mortales. Galán tuvo que recibir dos tiros de gracia, uno por parte del alférez José Pérez, el otro por uno de los soldados del pelotón. El domingo 14 de diciembre de 1930 se vistió de luto por los dos hombres que se convertirían en los primeros mártires de la Segunda República española.

            Poco después el general Berenguer manifestó, en relación a las ejecuciones: « Palacio quedó plenamente convencido de la ejemplaridad de las ejecuciones de Galán y García Hernández que evitarán la difusión de ideas revolucionarias en el Ejército.» Quizás en el Ejército si lo logró, pero el efecto contrario se produjo entre todas aquellas personas que deseaban el cambio de régimen; incluso provocó que algunas que estaban indecisas se inclinaran al campo republicano.

            Con más acierto en el análisis político de lo que suponía la muerte de Galán y García Hernández, muchas personalidades pensaron que estas muertes se volverían en contra de la Monarquía. Ese fue el caso de Ángel Ossorio y Gallardo, que en la carta que envió al general Berenguer el día 13 le hacía ver el tremendo error en que iban a caer: « Existe en nuestra Patria ciertos estados de inquietudes tan hondos, tan generalizados, de tan abundantes asensos y exaltados apasionamientos que nadie puede calcular en cuantos pechos rebotarían las balas que acabaron con la existencia de uno solo […]»

            Según Miguel Maura, Galán y García Hernández fueron fusilados sin la conformidad, ni fue consultado el Gobierno, lo que contradice otras versiones que aseguran que Alfonso XIII y Berenguer se negaron a firmar el indulto.

JUICIO AL RESTO DE ACUSADOS

            El día 13 de marzo de 1931 comenzó el juicio contra el resto de sublevados militares en Jaca. La sesión se celebró en el Cuartel de la Victoria de Jaca. Se sentaban en el banquillo setenta y siete acusados. Muchos de los acusados habían tenido que sufrir unas pésimas condiciones en la prisión. Causa de ello fue la muerte de un joven detenido en Ayerbe, José Mª Pascual Laburta, presa de unas fiebres tifoideas contraídas en la prisión y para las que no recibió atención médica.

            El periodista Enrique Bejerano, tuvo ocasión de visitar a los presos en Jaca, así explicaba su situación: « […] duermen en camastros improvisados. Dos banquillos de hierro, tres tablas y un jergón de esparto. Las sábanas las cambian de tarde en tarde, por cuyo llegan a un estado de suciedad repugnante. No tienen derecho a paseo todos los días ni a recibir visitas diarias […]»

El capitán Sediles en prisión

            El Tribunal estaba presidido por el general Agustín Gómez Morato, actuando como vocales los generales Francisco Franco Bahamonde, José Castro Vázquez y Arturo Lezcano Piedrahita, junto al comandante Emilio Luna Barba; el ponente fue el auditor de Brigada José Casado García –el mismo que en el juicio de Galán y García Hernández-, como fiscal actuó el comandante Julio Requejo Santos. Los encausados sobre los que recaía la petición de pena más elevada eran el capitán Sediles, los alféreces Manzanares y González, el teniente Mendoza y el sargento Burgos para los que se pide la máxima pena, para el resto la petición es de cadena perpetua.

Aspecto de la Sala en el juicio contra el capitán Sediles y el resto de detenidos

            A las diez de la mañana dio comienzo el juicio. El día 11 le correspondió al capitán Sediles declarar. Sediles no oculta que formaba parte de la trama conspiradora que pretendía instaurar la República. Hay un hecho que engrandece la postura que tomaron los reos; todos ellos manifestaron que se habían adherido al movimiento con plena libertad, no recurriendo a la eximente de cumplimiento de órdenes.

            La mayoría de los defensores se acogió a tres puntos fundamentales para la defensa: 1) la situación de ilegalidad en la que se encontraba el país desde hacía ocho años, 2) la obediencia debida de las clases –suboficiales, sargentos y asimilados- a sus mandos naturales, 3) el agravio comparativo con el trato dado a quienes se sublevaron en otras ocasiones.

            Durante el juicio destacó la defensa del capitán de Aviación Enrique Domingo Rosich[15], que hizo una acalorada defensa de Sediles, Mendoza, Marín, el teniente Antonio Romero y los maestros armeros Telesforo Urdongaray y Rogelio Segovia. En varias ocasiones el presidente del Tribunal le amonestó por el fondo y la forma de su defensa, incluso llegó a conminarle a guardar silencio.

Capitán Enrique Domingo Rosich

                El capitán Domingo utilizó similares argumentos a los que expondrían los defensores de los encausados por haber firmado el Pacto de San Sebastián[16]:

            « […] no es posible apreciar actos llevados a afecto por mis patrocinados como si hubieran tenido lugar dentro de la vida normal del Estado, olvidando todos los antecedentes que los han originado. Las leyes […] tienen aplicación para servir las necesidades de derecho, y en España, desgraciadamente nos encontramos desde hace muchos años frente a situaciones de hecho […] la consecuencia inevitable es que no resulta lícito al poder público n a quienes le ejercen o detentan, saltar por encima de las leyes […] cuando así les conviene y exigir luego la fría e implacable aplicación de las mismas frente a terceras personas, cuando éstas no se prestan a servir los deseos de las usufructuarias del Estado. […]

            […]Tal era en España la situación de derecho en el año 1923 ¿Cómo se modificó? ¿Por un acto de soberanía del pueblo, única fuente legítima del Poder? ¡No! Todo aquel estado de cosas cambió por un acto de fuerza, por un golpe de mano mil veces más delictivo y reprobable que el movimiento revolucionario que hoy se está juzgando […] Pues bien, si el origen de la situación actual tuvo como causa la sublevación iniciada por el general don Miguel Primo de Rivera, precisa entrar en el examen de la naturaleza de aquellos sucesos. […]

            […] Por eso afirmo, como principio fundamental de la defensa que aquí no se ha podido dar el delito de que se acusa a mis patrocinados porque no existía el Estado de Derecho […]»En este momento el Tribunal impide al defensor que continúe su alegato, a pesar de su protesta aduciendo que aún le quedan cinco folios que leer.

            El día 16 de marzo se da por concluido el juicio; al día siguiente se leerá la sentencia. El capitán Salvador Sediles Moreno es condenado a muerte, otros sesenta y seis a cadena perpetua. Los que se habían quedado en Jaca y habían hecho el pacto con los carabineros son condenados a penas menores o directamente absueltos. El propio Consejo de Guerra pidió al Gobierno que modificara las penas para algunos de los encausados, para el capitán Sediles y once condenados a perpetua solicita se mantengan las penas impuestas.

            El capitán Sediles entra en capilla el día 17. Inmediatamente se convocó una manifestación en Jaca que reunió a cinco mil personas. Las presiones para que fuera conmutada la pena de muerte fueron en aumento, de tal modo que obligaron al rey a firmar la petición de clemencia. El Gobierno, en vista de cómo estaba la situación, envió un telegrama a los gobernadores civiles para que dieran la noticia, a pesar de que aún no se había publicado en la Gaceta. Finalmente se conmutó la pena de muerte por la de prisión perpetua. Al teniente Eustaquio Mendoza García y al alférez Ramón Manzanares Molina se les mantuvo la pena de cadena perpetua.

            En cuanto a los civiles que participaron en la sublevación –exceptuando los miembros del Comité- muchos de ellos ya estaban en libertad. Restaban cincuenta y nueve encausados, de los cuales cincuenta seguían en prisión y nueve estaban en paradero desconocido. Para cuarenta y cinco se pedía cadena perpetua –entre ellos Antonio Beltrán “el Esquinazu”, Pío Díaz, Alfonso Rodríguez “el Relojero” y Julián Borderas. El juicio estaba previsto se celebrara en la segunda quincena de abril; no hubo lugar ya que el 14 de abril fue proclamada la Segunda República.

            Como dato curioso hay que señalar que, durante el juicio, salió a la luz un documento escrito por Fermín Galán. En el citado documento se encontraban reflejadas algunas de las ideas que Galán tenía para la venidera República. Llama la atención que una de estas ideas era la creación de unos Estados Unidos de Europa. Todo un adelantado a su tiempo.

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DEL FRACASO

            Las causas del fracaso de la sublevación son de variada índole. Por un lado están los errores de táctica militares, por ejemplo el no conocer con certeza los apoyos con que se contaba, sobre todo en lo que respecta a apoyos de otras guarniciones militares. También la tardanza con que la columna partió de Jaca y el lentísimo transcurrir de la misma, lo que propició que el Gobierno pudiera tomar las medidas necesarias para hacer frente a los sublevados.

            Otro detalle importante fue la total desconexión que se produce entre el Comité Revolucionario y los dirigentes del movimiento en Jaca. A este respecto cabria preguntarse si la meta de todos era la misma. Tengo dudas al respecto. Mi impresión es que la mayoría de los miembros del Comité no tenían intención de que se produjera un cambio drástico del sistema; no me refiero a que no persiguieran la proclamación de la República, sino al que modelo que pretendían de la misma difería mucho del que postulaba Fermín Galán y sus seguidores.

            A este respecto son significativas las palabras de Salvador Sediles: «Gratuitamente han afirmado muchas personas […] que aquello de Jaca fue obra de unos locos […] Se ha dicho también que fuimos impacientes. También creo haber demostrado lo contrario y seguiré demostrando que aunque teníamos suficiente razón para serlo, aunque nos habían agotado la paciencia hasta la última hora, no lo fuimos, y nuestra salida obedeció a órdenes concretas y causas aún no explicadas con la claridad y honradez debidas por las mismas personas ilustres y beneficiadas que nos censuran.» (SEDILES: 34)

            No menos importante fue la falta de apoyo del elemento civil, que debería ser vital con la convocatoria de huelga general en toda España, hecho, que como hemos visto anteriormente, no se llevó a afecto. En este hecho no cabe duda que la responsabilidad de parte de la UGT –con Besteiro a la cabeza- fue crucial.

            No cabe duda que Galán se precipitó y que no supo llevar la dirección militar de forma adecuada; pero bajo mi punto de vista no fue él el único culpable. Gran parte de responsabilidad cae en el Comité Revolucionario que no pudo, o no quiso, dar una mayor cohesión al movimiento.

            La mayor consecuencia que tuvo la sublevación de Jaca, y su desenlace, fue que una vez más se ponía de manifiesto la falta de visión política del Gobierno de la Monarquía. La creación de dos mártires provocó que muchas personas que aún estaban indecisas sobre qué postura tomar respecto a la situación política, se decantaran por apoyar a aquellos que luchaban por el derrocamiento de Alfonso XIII y la instauración de un sistema republicano. No hay duda que las filas del republicanismo se vieron incrementadas por el desenlace final de la sublevación de Jaca.

            Si José Ortega y Gasset hablaba del “Error Berenguer”, los sucesos de Jaca si pueden ser considerados un error del general Berenguer, y por ende del monarca Alfonso XIII.

LA SUBLEVACIÓN DE CUATRO VIENTOS

            Al día siguiente del fusilamiento de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, se produce un nuevo levantamiento en la base aérea de Cuatro Vientos.

            Si en el levantamiento de Jaca se observó una total descoordinación, en el de Cuatro Vientos ocurrió otro tanto. Un reflejo de lo mal que estaba organizado el movimiento lo da el testimonio de uno de los protagonistas, el entonces comandante de aviación Ignacio Hidalgo de Cisneros.

            En aquella época, Hidalgo de Cisneros se encontraba destinado en Melilla. Según su testimonio el teniente coronel Antonio Camacho Benítez si dirigió a él diciéndole que estuviera preparado porque en cuatro días debía salir para Madrid y unirse al alzamiento que se realizaría en Cuatro Vientos.

Ignacio Hidalgo de Cisneros

            Según Hidalgo él no tenía ni idea de la sublevación que tenía como objetivo instaurar la República en España. Camacho le había dicho que había recibido una lista de cuatro oficiales que tenían que desplazarse a Madrid, y uno de ellos era él – los otros tres eran el teniente Joaquín Mellado Pascual, el alférez José María Valle y el teniente coronel Agustín Muñoz Grandes-[17]. En un principio Hidalgo se negó a secundar los planes, aunque posteriormente reconsideró su postura y finalmente viajó hasta Madrid en compañía de Mellado y Valle.

            Siguiendo instrucciones, en Madrid tenía que ponerse en contacto con el teniente coronel de Aviación Felipe Díaz Sandino. Con Sandino se entrevistó en el cuarto en el que estaba confinado, había sido arrestado bajo la acusación de tener contactos con elementos republicanos, en el pabellón que tenía la Aviación en el Ministerio de la Guerra. Sandino le remitió a Miguel Maura para que le diera instrucciones. Así lo hizo Hidalgo y cual no fue su sorpresa cuando fue Maura el que le preguntó si todo estaba preparado entre los militares. Al contestarle que él no tenía ni idea de los preparativos, Maura le pidió que fuera a ver A Ramón Franco y que se pusiera de acuerdo con él.

            El testimonio de Hidalgo de Cisneros es una prueba fehaciente de la falta de preparación del alzamiento, en términos coloquiales se podría decir que era una «verdadera chapuza»

            Los planes ideados por la Junta Revolucionaria otorgaban a Cuatro Vientos un papel de suma importancia. Los sublevados tenían que apoderarse el aeródromo, y preparar unos aviones que lanzarían panfletos sobre Madrid llamando a la insurrección. Desde la radio de la base aérea se  notificaría la proclamación de la República a la vez que se hacía un llamamiento a la población para que apoyase el nuevo régimen. Al mismo tiempo, la guarnición de Campamento, que estaba comprometida con el alzamiento, se dirigiría a la capital para, con ayuda de los obreros, que se suponía habían secundado el llamamiento a la huelga general, tomar el palacio real y los edificios públicos con valor estratégico.

Aspecto de Cuatro Vientos el día 15 de diciembre

            A las cuatro de la madrugada del día 15 de diciembre parten en taxis para Cuatro Vientos, Queipo de Llano, Hidalgo de Cisneros, Martínez Aragón, Ramón Franco y otros sublevados. Llegan al aeródromo a las seis de la mañana. Nada más llegar intentan que se unan los oficiales que se encontraban en la base, muy pocos son los que secundan el llamamiento, siendo el resto encerrados en el cuarto de banderas. Hacia las ocho de la mañana parten dos aviones Breguet 19 para lanzar unas octavillas sobre Madrid anunciando la proclamación de la República.

Breguet 19

            Poco después aparece el teniente Joaquín Collar Serra con algunas bombas que había logrado sustraer del polvorín de Retamares. Una hora después parte Ramón Franco con la intención de bombardear el palacio real. Cuando se encuentra sobrevolando Palacio, observa que hay varios niños jugando en la plaza de Oriente lo que le hace desistir de su misión. También observa que, en contra de lo que estaba previsto, no había movimiento de gentes por las calles. Por otro lado Queipo intentó llegar con una columna a los cuarteles de Campamento, teniendo que retornar a la base al encontrarse en el camino con las tropas que había enviado el Gobierno para sofocar el alzamiento, comandadas por el general Orgaz.

Ramón Franco sobrevolando el Palacio Real

            Mientras el Gobierno alertado del movimiento ordena que se desplacen hacia el aeródromo fuerzas de infantería y artillería. Cuando estas llegan a las inmediaciones de Cuatro Vientos, los carros de combate desplazados por el Gobierno comenzaron a rodear el aeródromo, a la vez que la artillería abría fuego. No hicieron falta muchos disparos; los sublevados emprendieron la huida rápidamente.

                        Tanques dirigiéndose a Cuatro Vientos            Casa afectada por los disparos de la artillería

            Queipo de Llano, Ramón Franco, Hidalgo de Cisneros, entre otros, huyeron en tres aviones dirigiéndose a Portugal, en donde fueron retenidos por las autoridades. Poco después las tropas gubernamentales hacían su entrada en el aeródromo.

Tropas del Gobierno entran en C. Vientos

            El juicio contra los sublevados de Cuatro Vientos se inició el 12 de marzo de 1931. Había treinta y seis procesados – catorce de ellos en rebeldía, entre ellos Queipo, Franco, Hidalgo de Cisneros, Rada, el teniente coronel Puig García, etc.- El fiscal pidió para l mayoría de ellos la pena de muerte o la cadena perpetua. Nada se llevaría a cabo con la proclamación de la República un mes después.

El alzamiento de Cuatro Vientos, como anteriormente el de Jaca constituyó un rotundo fracaso. No obstante no todo fue negativo la experiencia insurreccional sirvió para afianzar la posición de los republicanos, logró una mayor cohesión, a partir de esos momentos, de las fuerzas contrarias a la monarquía, que finalmente conseguirían su objetivo tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.

Sin duda la sublevación de Jaca y Cuatro Vientos demostró varias cosas: la falta de coordinación de las fuerzas antimonárquicas; las distintas concepciones que tenían los conspiradores sobre el modelo de República a imponer y el poco apoyo popular que tuvo. Asimismo pone en entredicho la actuación de algunos personajes relevantes de la política del momento, como fue el caso de Casares Quiroga, con una falta de responsabilidad manifiesta, o de Julián Besteiro, que con su posición evitó que la huelga que debía llevarse a cabo en Madrid en apoyo de la sublevación se llevara a efecto. También es paradójico que en la sublevación participaran personajes que posteriormente se incorporarían al bando que se levantó contra la República en 1936; es el caso de Queipo de Llano o de Ramón Franco.

            En cualquier caso se puede decir que los movimientos de Jaca y Cuatro Vientos fueron el preludio de lo que ocurriría meses después: la caída de la Monarquía y la proclamación de la República. Un nuevo horizonte aparecía en la historia de España.

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[1] ABC, 30-IX-1930

[2] J. Arderius y J. Díaz Fernández: Vida de Fermín Galán, Madrid, 1931, p. 278, citado por José Mª Azpiroz y Fernando Elboj en La sublevación de Jaca, Zaragoza, 1984, p. 34

[3] Citado por M. Tuñón de Lara, La España del siglo XX,  París, 1973 t. 1, p. 36

[4] Carlos Sampelayo Carrasco fue testigo de los hechos.

[5] Gabriel Coca Medina, La revolución de diciembre de 1930, en Tiempo de Historia, nº 7, pp. 6-13, 1975

[6] Operación en la que intervino Galán en agosto de 1924, cuando era teniente de la Legión, y en la que estaba al mando el general Mola.

[7] Eduardo de Guzmán: Cómo pudieron salvarse las vidas de Galán y García; entrevista a Bernardo Pou, publicada en La Tierra, 28-IX-1931

[8] El vehículo que transportaba a Prado y otros ateneístas sufrió una avería en el camino., de ahí la tardanza en llegar a Jaca

[9] Antonio Graco Marsá, La sublevación de Jaca. Retrato de un rebelde, Madrid, 1931

[10] Cuando estalló la sublevación del 18 de julio, Mola le nombró Delegado de Orden Público en Pamplona, poniéndole al mando de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto.

[11] Posteriormente Rodríguez Mantecón se atribuyó la liberación de los que se encontraban retenidos en el Ayuntamiento.

[12] Cuando no llevaban mucho recorrido tuvieron que proseguir por carretera al encontrase cortadas las vías férreas.

[13] Como vicepresidente se nombró a Clemente Baras Miranda; Secretario, Isidro Cavalled; y seis vocales; Alfonso Rodríguez “el Relojero” fue nombrado delegado de Orden Público

[14] Los días 14, 15,16 y 17 no se había publicado el diario.

[15] Cuando finalizó el juicio el Gobierno lo encarceló en el castillo de la Aljafería de Zaragoza

[16] Al parecer el alegato que presentó fue escrito por Ossorio y Gallardo; posiblemente esto fuera así, ya que utilizó los mismos argumentos que el presidente del Colegio de Abogados utilizó en la defensa que realizó de Alcalá Zamora y Miguel Maura en el juicio contra los miembros de la Junta Revolucionaria.

[17] Sorprende que aparezca el nombre de Muñoz Grandes, uno de los militares sublevados contra la República en 1936. Finalmente Muñoz Grandes no viajó a Madrid al encontrarse realizando unas maniobras; según el testimonio de Hidalgo de Cisneros.

J.L.G

 


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Querido amigo Yusuf, excelente trabajo sobre la sublevación de Jaca y la de Cuatro Vientos. 

 


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Muchas gracias por tus felicitaciones amigo Jandres

Un abrazo

 


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