Alarico pasaría a la historia como el bárbaro que saqueó Roma en el 410 y como uno de los personajes asociados a la caída del Imperio Romano. A pesar de ser considerado uno de los archienemigos de Roma, Alarico no pretendió ser tal cosa. Él y sus seguidores -descontentos con el método de asimilación del Imperio-, buscaron una vía alternativa de hacerse un hueco, pero en el proceso socavaron aun más los ya frágiles cimientos del Imperio Romano.