Juliano en la Galia (356-360 D.C.) Un César en campaña
Restableció la seguridad en la frontera del Rin y se mostró un general más que competente en la correosa Galia pese a su inexperiencia militar. Aunque a Juliano el Apóstata, que gobernó el Imperio Romano como Augusto del 361 al 363, se le recuerda más por haberse alejado de los postulados cristianos para abrazar el paganismo.
Pese a que logró varios éxitos sobre el campo de batalla y apenas sufrió derrotas serias, el emperador carecía del talento especial de Julio César o Escipión para juzgar el talante de sus hombres. A la expansión territorial lograda por el emperador Trajano en el siglo II después de Cristo siguió una época de optimización de inversiones y reorganización de fronteras bajo Adriano y Antonino Pío. Aunque este sigo fue testigo de varios conflictos de importancia, como la guerra contra Partia heredada por Marco Aurelio, se trató por lo general de una época de gran prosperidad, momento en el que, en muchos aspectos, el Imperio romano alcanzó su punto culminante.
Tras la muerte de Constantino, acaecida en el 337, quien había gobernado como emperador único durante trece años, el poder imperial se dividió entre sus tres hijos: Constantino II, Constancio y Constante, pero no transcurrió mucho tiempo hasta que comenzaron las luchas entre ellos. En el año 350 solo quedaba Constancio, quien se dio cuenta de la necesidad de contar al menos con un asociado para ayudarle en la tarea de gobierno. Un año más tarde fue nombrado para tal cometido el hijo mayor de su hermanastro Julio Constancio, de nombre Galo. En cualquier caso, Constancio no podía estar en más de un lugar cada vez, y la desorganización ocasionada por la guerra civil contra el usurpador Magnencio había provocado la aparición de algunos problemas en las fronteras.
Para sofocar las escaramuzas de la Galia, el Augustus decidió enviar a Juliano, el hermano de Galo, para que les hiciera frente. Y para intensificar aún más los lazos de parentesco, Juliano se casó con Helena, la hermana de Constancio. El 6 de noviembre del año 355 Juliano fue proclamado Caesar en la Galia en un desfile formal del ejército, mostrando los soldados su aprobación al golpear los escudos contra las rodillas. El nuevo César tenía 23 años y nunca había ocupado cargo público alguno o pasado algún tiempo en el ejército. Ahora debía lidiar con el Cristianismo, la nueva religión oficial del Imperio establecida por Constantino el Grande, quien no llegó a suprimir con rigor la mayoría de los cultos paganos. Públicamente Juliano seguía la nueva fe, pero abrazó el paganismo en secreto, decisión que los cristianos describieron como apostasía. Una de las primeras confrontaciones que el nuevo emperador debió afrontar se ubicaba en la Galia. Constancio le había ocultado deliberadamente la magnitud del problema.
Tribus de francos y alamanes realizaban continuas incursiones e invasiones a gran escala para tomar y ocupar tierras en la frontera a lo largo del Rin y del Danubio. Tuvieron enfrente a una Roma debilitada y los diferentes líderes guerreros germánicos se aprovecharon de esta situación. La tarea de Juliano no era solo la de restablecer cierto orden en las defensas fronterizas, sino también infundir una vez más el miedo al poderío romano entre los pueblos del otro lado del Rin. La primera campaña, 356 d.C. Cuando el emperador llegó a la Galia decidió pasar el invierno en Vienne para reunir información. Tras ser atacada Augustodunum (Autun) en junio por un grupo de alamanes, Juliano inició su estrategia. Eligió tomar la ruta directa a través de un territorio muy boscoso y desdeñó el posible riesgo de emboscada. Los romanos no sufrieron incursiones por sorpresa y consiguieron atravesar los pasos más estrechos sin necesidad de entrar en combate. A las afueras de Brotomagum (Brumath), un grupo de guerreros resistió a las legiones y fue allí donde Juliano libró su primera acción significativa. Desplegó sus tropas con las alas avanzadas, de tal manera que semejaban una luna creciente, y rodeó a los germanos. Esta mínima victoria fue suficiente para atemorizar a los demás grupos de saqueadores y sirvió para restablecer el orden en toda la zona.
La campaña y la batalla de Argentoratum (Estrasburgo), 357 d.C. A comienzos de la primavera, una fuerza de alamanes eludió las concentraciones de tropas romanas y atacó Lugdunum (Lyon). Juliano respondió con celeridad formando una fuerza de tres regimientos de caballería. En un ataque repentino y brutal, los soldados cayeron sobre los germanos y mataron a todos cuantos encontraron a su paso, mujeres, niños y ancianos, además de a los guerreros. Su propósito era el de infundir un sentimiento de horror en las demás tribus rivales. La ofensiva incendió la ira de estas que, bajo el liderazgo conjunto de dos reyes alamanes, reunieron uno de los ejércitos tribales más numerosos que se recuerdan en el siglo IV, unos 35.000 soldados. Era un contingente superior en número que las tropas de Juliano, que contaba con poco más de 13.000 soldados a su disposición (3.000 jinetes y 10.000 de infantería) Después de avanzar hasta alcanzar los alrededores de Argentoratum (Estrasburgo), ambos contingentes iban a medir sus fuerzas en una batalla que se antojaba decisiva. Juliano hizo a su ejército del campamento al amanecer y avanzó contra el enemigo en una columna en perfecta formación.
Cada grupo formó en una cuña triangular. Los romanos concentraron toda la caballería en el ala derecha, excepto 200 hombres que conformaban la guardia personal del emperador. Cuando ambos lados hicieron sonar sus trompetas, los dos ejércitos se aproximaron hasta situarse al alcance de sus proyectiles y comenzaron a arrojarse jabalinas. Se desencadenó un durísimo combate de lucha cuerpo a cuerpo. La fuerza principal del ataque germano cayó contra la legión Primani, en el centro de la segunda línea. Estos soldados mantuvieron la posición con firmeza y, poco a poco, obligaron a retroceder a los alamanes. Los germanos continuaron peleando con determinación hasta que sus bajas fueron tan elevadas que, de pronto, su moral se hundió. Todas las huestes tribales cedieron y se dieron a la huida. Juliano había conseguido una victoria importante en su primer encuentro de entidad. En la Galia, el Caesar estaba decidido a explotar al máximo aquella victoria, cruzando el Rin y arrasando el territorio de los alamanes. Pero era otoño y el tiempo comenzaba a ser frío, por lo que Juliano decidió retirarse en lugar de luchar en condiciones desfavorables. Otras operaciones 358-359 d.C.
La derrota de los alamanes había sido solo parcial, y los romanos estaban seguros de que muchas de sus tribus y clanes se hallaban decididas a vengarse de Argentoratum. El primer objetivo de Juliano fueron los salios, un pueblo franco que se había asentado en la provincia romana, en Toxiandra, en la actual zona de Flandes. Se vieron sorprendidos y se rindieron al momento. Después de este éxito inicial, los romanos avanzaron contra otro pueblo germánico, los chamavos. Pronto se acabó con toda resistencia y se les ordenó que regresaran a sus lugares de origen al otro lado del Rin. A finales de 359 prácticamente se habían sometido todos los caudillos alamanes. Juliano como Augustus, 360-363 d.C. Mientras Juliano hacía campaña a lo largo de la frontera del Rin, Constancio había luchado en el Danubio, pero prestando cada vez más atención a la frontera oriental del Imperio. A mediados del siglo IV, una disputa con Persia acabó por estallar, de manera definitiva, en guerra abierta. Necesitado de hombres, Constancio pidió a Juliano que le enviara cuatro regimientos completos de auxiliares. Juliano quedó perplejo ante esta orden. Sus hombres se amotinaron negándose a que les enviaran lejos de sus familias.
Una vez más, volvieron a proclamar a Juliano como Augustus. El general, de 28 años, fue subido en un escudo que varios soldados alzaron para llevarlo a hombros, en la primera ocasión que registra la historia de un emperador romano aclamado a la manera tradicional. Roma se enfrentaba una vez más a la guerra civil, pero en esta ocasión, la lucha fue mucho menor, ya que Constancio falleció por causas naturales en el año 361. Roma volvía a tener un solo gobernante. Al no sentirse obligado a simular una adhesión a la Iglesia, Juliano profesó abiertamente el paganismo. En ocasiones, la conducta del nuevo emperador hacía pensar en una consciente imitación de generales romanos anteriores como Escipión, Emiliano o Polibio. En una de las escaramuzas dirigidas contra los persas en el año 363, Juliano se acercó galopando para tratar de dirigir la pelea, sin tiempo de vestirse la armadura, y recibió el lanzamiento de una jabalina que se le alojó en el costado, cayendo del caballo. La herida fue mortal, y el emperador falleció en su tienda poco después. El ejército quedó sumido en una precaria situación al carecer de un líder y se decidió concluir una paz ignominiosa con Persia.
Autor: Yorga
Bibliografía: -Grandes generales del ejército romano; Adrian Goldsworthy; Ariel; 2007. -Juliano el Apóstata; Gore Vidal; El País; 2005. -El ejército romano; Yann Le Bohec; Ariel; 2004.
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