Hernán Cortés
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Hernán Cortés arenga a su ejército (1) en la isla de Cozumel, para decidirle a emprender la conquista de México. Febrero de 1519.
“Cuando considero, amigos y compañeros míos, cómo nos ha juntado en esta isla nuestra felicidad, cuántos estorbos ypersecuciones dejamos atrás y cómo se nos han deshecho las dificultades, conozco la mano de Dios en esta obra que emprendemos, y entiendo que en su altísima Providencia es lo mismo favorecer los 'principios que prometer los sucesos. Su causa nos lleva y la de nuestro Rey, que también es suya, a conquistar regiones no conocidas, y ella misma volverá por sí, mirando por nosotros. No es mi ánimo facilitaros la empresa que acometemos: combates nos esperan sangrientos, facciones increíbles, batallas desiguales en que habréis menester socorreros de todo vuestro valor; miserias de la necesidad, inclemencia del tiempo y asperezas de la tierra, en que os será necesario el sufrimiento, que es el segundo valor de los hombres y tan hijo del corazón como el primero, que en las guerras más sirve, la paciencia que las manos. Hechos estáis a padecer y hechos a pelear en esas islas que dejáis conquistadas; mayor es nuestra empresa, y debemos ir prevenidos de mayor osadía; que siempre son las dificultades del tamaño de los intentos. Pocos somos, pero la unión multiplica los ejércitos, y en nuestra conformidad está nuestra mayor fortaleza: uno, amigos míos, ha de ser el consejo en cuanto se revolviere; una, la mano en la ejecución; común la utilidad y común la gloria en lo que se conquistare. Del valor de cualquiera de nosotros se ha de fabricar y componer la seguridad de todos. Vuestro caudillo soy, y seré el primero en aventurar la vida por el menor de los soldados. Más tendréis que obedecer en mi ejemplo que en mis órdenes; y puedo aseguraros de mí que me basta el ánimo a conquistar el mundo entero, y aun me lo promete el corazón con no sé qué movimiento extraordinario, que suele ser el mejor de los presagios. Así, pues, a convertir en obras las palabras; y no os parezca temeridad esta confianza mía, pues se funda en que os tengo a mi lado, y dejo de fiar de mí lo que espero de vosotros."
(1) Se componía de 518 infantes, 16 jinetes y 119 entre maestres, pilotos y marineros, sin contar los dos Capellanes, el Licenciado Juan Díaz y el Padre Fray Bartolomé de Olmedo, religioso de la Orden de la Merced, que acompañaron a Cortés hasta el fin de la conquista.
Pone la carne de gallina. Pero ¿en qué fuente se recoge? Lo pregunto porque a veces me sorprende que soldados tan poco instruidos intelectualmente tuvieran ese don poético para hablar y emplearan palabras tan cultas y bien escogidas. Puede que Cortés fuera un hombre culto (de hecho para la media de su soldadesca lo era, había estudiado latín en salamanca y leyes en valladolid durante un tiempo no muy largo), o que los frailes o licenciados de su hueste le escribieran el discurso y lo memorizara. Pero en muchas otras ocasiones también suelen ser los biografos e historiadores quienes a posteriori adornan un poquito con su pluma esos discursos.
Si la arenga es fiel más o menos a la real alocución que hiciera, como dice Tito: pone la piel de gallina.
Se asemeja mucho a César en las arengas de la Civil y Galia, tiene puntos en común, sobre todo eso de los principios cesarianos: concentración y unidad de fuerzas y moral por las nubes.
Hay una parte muy intrigante:
Más tendréis que obedecer en mi ejemplo que en mis órdenes; y puedo aseguraros de mí que me basta el ánimo a conquistar el mundo entero, y aun me lo promete el corazón con no sé qué movimiento extraordinario, que suele ser el mejor de los presagios.
Esto parece una vacilada, o ese movimiento extraordinario sea de algo, pudiera ser que Cortés fuera un poco psicópata y fuera un ardid para conseguir algo mediante una especie de "fe" en el jefe, o fuera algo que empujara a Cortés que él no lo entendiera.
Pero el discurso es muy bueno, me acuerdo de los de Jenofonte también en los 10.000, es propio de grandes empresas y pocos recursos.
Quizas lo que pensaba era ; from lost to the river.
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