Los Cien Días de Napoleón

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jandres
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LOS CIEN DÍAS DE NAPOLEÓN (I): 1815

 

1 marzo 1815: Napoleón, de Santa Elba a Francia.

 

Desde el 3 de mayo del año pasado, Napoleón Bonaparte vive desterrado como regente de la pequeña isla de Santa Elba, donde, a pesar de disfrutar de una vida tranquila y lujosa, sufre muchas amarguras personales. El gobierno francés se niega a pagarle el tributo anual de 2 millones de francos al que se había comprometido. Josefina Beauharnais, su primera esposa a la  que aún ama, fallece de un ataque de difteria sin que él pudiera consolarla ni se le permitiese acudir al sepelio. Su actual cónyuge, Marie Louise, vive en Austria pero no le permiten visitarla, como a su hijo, el Rey de Roma, lo que más le desespera. Su hermano José huirá a América. A Bonaparte le resulta igual de frustrante el que muchos de los que fuesen sus mariscales y amigos le hayan abandonado en su peor momento, dedicándose después a agasajar a los representantes de los países vencedores y al nuevo rey Luís XVIII de Borbón, cuando fue él quien les dio los títulos nobiliarios y las riquezas de que ahora disfrutan. La melancolía le embarga, pues durante los últimos 10 años rigió buena parte de Europa y ahora se encuentra confinado en una diminuta isla; en su Grande Armée llegó a tener un millón de soldados, y ahora solo tiene una escolta de mil hombres con él, aunque todos muy fieles y, literalmente, dispuestos a luchar por su causa hasta la muerte. Una vez establecido Napoleón en la isla de Elba, los días se convierten para él, persona hiperactiva, en una rutina tediosa e insoportable, pasando el tiempo en esporádicos cambios de residencia, organizando fiestas tan pomposas como banales y jugando a las cartas. Su modo de vida se vuelve sedentario y su carácter parece adormecerse. Talleyrand, el que fuera ministro napoleónico y hoy preside el gobierno francés, envió gran cantidad de espías a Santa Elba, sabiendo que Bonaparte conspiraría para recuperar el poder; sus agentes en la isla son tantos que a veces dan informes unos de otros, y otras escriben falsedades que Talleyrand hace publicar al breve en la prensa borbónica. De hecho, el gobernador italiano de Santa Elba es en realidad el carcelero de Napoleón. Los momentos más felices de Napoleón en su triste exilio vienen con las noticias que le llegan de Francia, que gradualmente mejoran su ánimo al darle cada día más motivos de esperanza: su único anhelo es volver al continente para reinstaurar el Imperio Francés.

Aunque los franceses acogieron muy bien al rey Luís XVIII tras jurar acatar una Constitución monárquica parlamentaria, el descontento popular aumenta progresivamente con el retorno de la nobleza y el clero que escapó de la Guillotina durante la Revolución. El soberano y los aristócratas ignoran que los revolucionarios cambiaron de forma profunda la sociedad francesa, que ya no desea el absolutismo del Antiguo Régimen. Tanto el rey Luís como los nobles vuelven a inmiscuirse en los asuntos de gobierno, defraudando a los monárquicos moderados, enfureciendo a revolucionarios y liberales. Luís XVIII adquiere mala reputación al dilapidar poco a poco en excentricidades, como sucedía en tiempos prerrevolucionarios, los 60 millones de francos del Tesoro Nacional amasado por Napoleón durante sus conquistas y rapiñas europeas. Mientras, los hombres que participaron en ellas y ganaron esta riqueza viven ahora precariamente, pues el año pasado fueron licenciados unos 250.000 soldados. Los oficiales, descontentos con su pensión de media paga, anhelan más que nadie los tiempos de gloria del Imperio. El desencanto que se vive en Francia es tal, que los bonapartistas ven cada vez más factible el retorno de Napoleón, que de carnicero ha pasado a ser considerado mártir, y cada vez son más quienes se atreven a mostrar su postura en público, llevando violetas en sombreros y solapas. Bonaparte calcula que le apoyará la mitad de la población, suficiente como para reinstaurar su hegemonía en todo el país, iniciando planes para regresar. Talleyrand comienza a temer el retorno de Napoleón de tal forma que pide a los diplomáticos europeos su traslado a otra isla más alejada de Francia, como las Azores. A finales de diciembre, los gobiernos de Inglaterra y Prusia aceptan, sugiriendo la remota isla de Santa Helena como posible destino de confinamiento perpetuo para Bonaparte.

A principios de 1815, el malestar de los franceses más humildes aumenta: el año pasado hubo malas cosechas, encareciendo los alimentos básicos. Los nobles y clérigos exigen sin disimulo recobrar sus antiguos privilegios de clase, reclamando propiedades arrebatadas durante la Revolución, tierras que muchos campesinos compraron a bajos precios y ahora temen perder, sumándose con desesperación a las filas de los burgueses bonapartistas. En febrero, desde Viena llega la noticia de que los representantes de la Sexta Coalición, reunidos en desde el 1 de noviembre del año pasado para discutir el mapa político de Europa, no consiguen llegar a un acuerdo sobre el futuro de Polonia y Sajonia. Por entonces, en Francia los republicanos y bonapartistas se conjuran contra la monarquía.

 

 

 

Regreso de Napoleón de la isla de Elba.

Óleo del barón Charles-Auguste-Guillaume de Steuben (1788–1856)

 

 

Bonaparte cree que ha llegado su momento, decidiendo escapar de Santa Elba en cuanto pueda con el propósito de recuperar el poder en Francia con ayuda de sus leales, intentar pactar una alianza con Austria y reconquistar su Imperio europeo. La oportunidad de fugarse llega cuando el gobernador de la isla debe ausentarse haciendo un viaje a Italia. El 28 de febrero, Napoleón abandona discretamente la isla de Santa Elba en una pequeña embarcación, acompañado por 600 soldados de su escolta, y navega rumbo a Francia desembarcando hoy en la playa de Juan, entre las localidades de Antibes y Cannes.

 

2 a 20 marzo 1815: Napoleón marcha a París.

 

El 2 de marzo, Napoleón inicia su marcha hacia la capital de Francia para derrocar a la monarquía borbónica y restaurar su Imperio, contando tan sólo con unos 600 soldados. Podría llegar más rápidamente a su destino por el valle del Ródano, pero allí hay muchos leales al rey, por lo que elige una ruta más larga y difícil, cruzando los Alpes por Grenoble. Las primeras personas que encuentra en su camino reaccionan con calma y resignación. La noticia del retorno de Napoleón llega a París el 6 de marzo; el rey Luís XVIII ordena que todos los soldados en las inmediaciones acudan a impedir su avance hacia la capital. El 7 de marzo, la columna de Napoleón es detenida cerca de Grenoble por un batallón del 5º Regimiento de Línea. En un gesto dramático, Bonaparte se adelanta a sus hombres, y mostrando su pecho ante los fusiles, pide que le disparen si quieren; pero ninguno lo hace. Después da un discurso que convence a los soldados de pasarse a sus filas; algunos incluso lloran mientras le aclaman como Emperador.

Las autoridades de Grenoble le abren las puertas de la ciudad y no interfieren en su camino hacia el norte; los habitantes le aclaman por las calles con enorme júbilo y escuchan atentamente su oratoria, cargada de promesas: tierras para los campesinos, reformas fiscales para los burgueses, honor para los soldados, paz y prosperidad para todos. En las ciudades que encuentre en su camino a París repetirá el mismo discurso. El 8 de marzo, el 7º Regimiento de Línea sale al paso de la columna napoleónica, su coronel, Charles Huchet, desobedece la orden del rey y se les une con toda su tropa. En agradecimiento, Bonaparte le nombrará en un futuro su Ayudante de Campo. El 13 de marzo, el rey emite una declaración, junto a los representantes de los gobiernos de Austria, Inglaterra, Rusia, Prusia, España y Suecia, llamando a Napoleón enemigo de la paz mundial y fugitivo fuera de Ley, ordenando a todas las unidades militares su inmediato arresto. El mariscal Ney promete al monarca traerle a París dentro de una jaula de hierro. El 18 de marzo, Napoleón llega a Auxerre, donde se encuentra con Ney, quien no puede resistirse al carisma del primero, y se une a su causa con los 6.000 soldados bajo sus órdenes, marchando juntos hacia la capital. Las campanas de las iglesias de los pueblos tocan en cuanto se aproxima la columna napoleónica, cada día con más soldados.

 

 

Restauración del Trono Imperial de Francia
Napoleón es llevado en hombros por la población parisina enardecida

 hasta el Palacio de las Tullerías. Estampa popular de la época.

 

 

En la plaza de Vendôme de París un bromista anónimo coloca un cartel en el que se lee "De Napoleón a Luis XVIII: mi querido amigo, no es necesario que mandes más tropas, ya tengo suficientes." Muchos parisinos salen a las calles coreando la Marsellesa y profiriendo frases y consignas de la Revolución, mientras los aristócratas, clérigos y monárquicos hacen acopio de sus pertenencias tratando de escapar de la ciudad. La noche del 19 de marzo, el rey Luis XVIII huye a Gante con toda su corte; su reinado ha durado poco más que el destierro de Napoleón, unos 10 meses. Ha defraudado a buena parte de los franceses, en el extranjero también se le contempla con desdén. El 20 marzo, Napoleón entra triunfalmente en el Palacio de las Tullerías de París, comenzando el que será conocido como el Imperio de los Cien Días. Pero en las altas instituciones de gobierno no encontrará tantos leales como pensaba. De los 730 miembros del Parlamento, sólo un centenar le apoyan; en la región de Vendée las autoridades movilizan a la población contra Napoleón. Para mantenerse en poder, deberá dar cargos de responsabilidad a muchos que le traicionaron el pasado año, como Fouché. El restaurado Imperio Francés nace políticamente endeble, y lo que es peor, su apoyo popular radica en una promesa de paz que su Emperador sabe imposible de cumplir, pues espera que las potencias europeas vuelvan a coaligarse contra él para derrocarle.

 

16 marzo 1815: Guillermo I de Orange se proclama rey de los Países Bajos.

 

25 marzo 1815: La Séptima Coalición

 

En todos los salones de Europa no se habla de otra cosa: El Monstruo, el apelativo como despectivamente se conoce a Napoleón, ha vuelto a Francia para recuperar el trono. El 13 de marzo, mientras Bonaparte se dirige a París, los representantes de los gobiernos de Austria, Inglaterra, Prusia, Rusia, España, Portugal y Suecia, reunidos en el Congreso de Viena, emiten una declaración conjunta llamándole "Enemigo de la Paz Mundial", y urgiendo al rey de Francia a que lo ponga bajo arresto. Hoy, tras enterarse de que el rey Luís XVIII ha huido de París y que Napoleón ha reinstaurado el Imperio con la pretensión de recuperar sus antiguos territorios, los monarcas de las potencias citadas firman un tratado de alianza al que suman Holanda, Bélgica y varios estados alemanes, declarando la guerra a Bonaparte, no a Francia.

 

 

 

Reunión del Congreso de Viena donde los representantes

 de las potencia europeas que vencieron a Napoleón

decidieron como ordenar el continente europeo

 

31 marzo 1815: Nápoles declara la guerra a Austria.

 

Murat, ex-mariscal de Francia nombrado rey de Nápoles por Bonaparte, puede ostentar tal título sólo con el permiso de Federico II de Austria, con el que pactó una alianza de conveniencia para evitar perder sus dominios en la previsible debacle del Imperio Francés, que sucedió el pasado año. Napoleón sintió mucho su traición pero pudo entenderla. Sin embargo, a Murat le llegan rumores de que los representantes austriacos en el Congreso de Viena han manifestado su deseo de restaurar a un descendiente de la rama napolitana de la casa de Borbón, pues el actual soberano resulta inaceptable para los monarcas europeos al no provenir de familia noble con legítimo derecho de sucesión, Napoleón no era reconocido como Emperador, y menos aún después de su destierro. Tras enterarse a principios de marzo de que Bonaparte se ha fugado de Santa Elba y  ha restaurado el Imperio, Murat piensa aliarse con él para mantenerse en el trono, rompiendo su alianza con Austria e invadiendo la Italia septentrional, ocupada por los austriacos. Para recabar partidarios a su causa, Murat confiesa a los napolitanos su deseo de unificar toda Italia como un sólo reino, independizando el norte de Austria. Durante todo el mes reúne un ejército de 40.000 soldados, en su mayoría inexpertos, salvo algunos veteranos de la campañas de España o Rusia, entre los que se hallan buenos generales como Lechi, Pepe, Caraccionlo, D'Ambrosio y Pignatelli. El 27 de marzo, 36.000 soldados napolitanos invaden la Italia septentrional, para defender el derecho de Murat a su trono, conseguir atraer más reclutas a su ejército y de paso intentar distraer tropas austriacas de la frontera sudoriental francesa, donde se concentran fuerzas de la reciente Coalición.

 

 

Retrato de Murat, rey de Nápoles, de François Pascal Simón Gérard

 

Napoleón le desaconseja la maniobra; pero su ex-mariscal le ignora, consiguiendo rápidamente ocupar la Toscana y la Romaña. El 30 de marzo, Murat manifiesta en Rimini, por primera vez en la historia italiana, una proclama a favor de la unificación e independencia de Italia. En realidad, los italianos aún carecen de conciencia nacional, y la idea, tan útil a Bonaparte en el pasado, cosechará pocos seguidores, como mucho 5.000 hombres más se unirán al Ejército Napolitano. Hoy, el rey de Nápoles de otro paso más declarando oficialmente la guerra a Francisco II de Austria, quien envía contra él al mariscal Bianchi, al mando de 60.000 austrohúngaros.

 

1 abril 1815: Los Ejércitos Aliados se movilizan.

 

Los monarcas de los distintos estados de la Coalición disponen el envío de tropas hacia las grandes fronteras de Francia, para después invadirla de forma coordinada hasta alcanzar París, derrocando al restaurado Imperio de Napoleón. El planteamiento estratégico aliado implica desplazar una gran masa de soldados que desmoralice a los franceses y arrolle cualquier posible resistencia fanática. De momento los contingentes que se desplazan hacia Francia suman unos 500.000 soldados, pudiendo reforzarles en dos meses con otros 200.000 hombres más; si desacuartelasen a todos sus efectivos, los coaligados dispondrían de hasta unos increíbles 1.200.000 efectivos.

Francisco I de Austria ordena al mariscal Schwarzenberg, con 210.000 austriacos, que invada Francia desde la Selva Negra, mientras el general Frimont, con 50.000 austriacos y 25.000 piamonteses, cruzará la frontera intentando ocupar Lyon y la Francia sudoriental, mientras en Suiza el general Bachmann aguarda con otros 37.000 suizos a la espera.

El Zar Alejandro I de Rusia envía al mariscal Barclay de Tolly con 150.000 rusos, pero debido a la gran distancia que les separa del suelo francés, su destino inmediato consistirá en alcanzar el Rin y acampar a la espera de cómo se desarrollen los acontecimientos. El Rey Federico Guillermo III de Prusia manda al mariscal Von Blücher, con 117.000 prusianos y alemanes, con la misión de invadir Francia por la frontera belga con apoyo del contingente angloholandés; el general Von Kleist, con otros 20.000 prusianos, se unirá a él tras abandonar Luxemburgo. El gobierno de Inglaterra envía al Duque de Wellington, Sir Arthur Wellesley, que cruza el canal de la Mancha con varias divisiones inglesas para desembarcar en Bruselas, donde agrupará bajo su mando 110.000 soldados británicos, belgas y holandeses. Estos deberán unirse a los prusianos e invadir juntos la Francia septentrional.

Fernando VII de España promete aportar tropas a la Coalición, al igual que el gobierno de Portugal; la misión de estas sería ocupar el territorio francés al norte de los Pirineos, como al final de la Guerra de Independencia Española. Las divisiones napolitanas del general Onasca también aseguran colaborar en la invasión de la Francia Meridional. Pero las operaciones se desarrollan con enorme lentitud. Schwarzemberg no llegará a la frontera del Rin hasta primeros de Julio, y Barclay no se presentará hasta mucho más tarde. Lo cierto es que dentro de dos meses sólo las tropas de Wellington y Blücher estarán en sus puestos asignados y en condiciones de iniciar la campaña.

 

3 abril 1815: El ejército napolitano de Murat conquista Bolonia a los austriacos.

 

4 abril 1815: El contingente británico del Duque de Wellington desembarca en Bruselas.

 

8 abril 1815: Formación de La Grande Armée.

 

Tras la declaración de guerra de la Coalición, Napoleón hace hoy un llamamiento a los franceses para que tomen las armas en defensa de su Imperio, restaurando su impopular sistema de reclutamiento, abolido por el rey Luís XVIII al poco de iniciar su mandato. Bonaparte cuenta sólo con los 200.000 soldados del depuesto Ejército Real, esperando reunir un ejército de por lo menos 600.000 hombres a finales de verano. Pero la ciudadanía no responde como antaño. Francia está repleta de huérfanos, viudas y madres que han perdido a sus hijos en las guerras, por lo que buena parte de la juventud y algunos ex-combatientes no desean participar en más luchas. Afortunadamente, Napoleón puede contar otra vez con la lealtad de mariscales veteranos como Ney, Davout o Suchet, aunque tendrá que dar responsabilidades a otros menos hábiles o experimentados, como Soult o Vandamme y otros recién ascendidos como Grouchy o Brune. En total contará con 26 mariscales.

Durante dos meses, 75.000 ex-soldados, y sólo 15.000 jóvenes engrosarán las filas de la nueva Grande Armée. Ante la escasez de candidatos son alistados policías, aduaneros y marinos de la armada, que serán trasladados a unidades de infantería o artillería; los antiguos miembros de la Guardia Nacional vuelven al servicio al reaparecer el cuerpo. Hasta principios de junio, Napoleón logra reclutar en la Grande Armée unos 290.000 soldados, y para las Gardes Nationaux reúne otros 220.000 hombres, destinando estos últimos a labores auxiliares, como guarnición de plazas fuertes o tareas logísticas.

Todos los talleres de París trabajan a pleno rendimiento para proveerles de armas y uniformes. La moral de los nuevos soldados es muy alta. Muchos de los veteranos han sido prisioneros en Rusia y Prusia que desean vengarse, aunque desconfían de los reclutas inexpertos, recelando que traicionen al Emperador en cuanto se encuentren en apuros. La disciplina cunde entre ellos: algunos se emborrachan o llevan mujeres a los cuarteles; una parte entrará en combate sin adiestramiento en las maniobras más elementales. Su equipamiento será bueno, aunque escaso; en muchos regimientos sólo los Granaderos tendrán bayonetas y algunas unidades de Coraceros no tendrán su coraza. Los uniformes y calzado serán por lo común de baja calidad y habrá carestía, algunos hombres vestirán de civil bajo sus casacas o portarán gorros en lugar de Chacós; unos 20 regimientos no recibirán zapatos. Incluso la Guardia Imperial vestirá ropas más sencillas que antaño.

 

12 abril 1815: Murat no consigue cruzar el río Po, y se retira de los austriacos de Bianchi.

 

29 abril 1815: Los napolitanos de Murat se retiran a Ancona ante el avance de Bianchi.

 

 

1 mayo 1815: La Grande Armée se despliega en Francia.

 

Napoleón, ataviado con un lujoso vestido de Emperador que desagrada a los presentes, entrega hoy los estandartes de águila a una representación de las diferentes unidades del ejército que desfilan por las calles de París en loor de multitudes. Después, cada agrupación se desplaza hacia su lugar de destino asignado por Bonaparte. El mariscal Davout, su mejor comandante, es nombrado Ministro de la Guerra, quedando al mando de los 20.000 soldados de la guarnición de París. El general Rapp, al mando del Ejército del Rin de 23.000 soldados, se dirige hacia el río fronterizo del noreste francés a esperar la llegada de los austriacos de Schwarzenberg.

El general Lecourbe, al mando del Ejército del Jura con 8.400 soldados, se dirige al río homónimo para observar las maniobras de los suizos de Bachmannn. El mariscal Suchet, al mando del Ejército de los Alpes de 23.000 soldados, se encamina a defender el sector de Lyon de un ataque de los austriacos y piamonteses de Frimont. El mariscal Brune, al mando del Ejército del Var, de 5.550 soldados, se desplaza hacia el sureste para detener una posible incursión de los napolitanos de Onasco. El general Decaen, al mando del Ejército de los Pirineos Orientales, con 7.600 soldados, guarnece Tolouse, mientras el general Claussel, al mando del Ejército de los Pirineos Occidentales, de 6.800 soldados, marcha a Bordeaux; la misión de ambos es proteger la Francia meridional de la anunciada invasión hispanoportuguesa. El general Lamarque es enviado, al mando de 10.000 soldados, a sofocar la rebelión monárquica del departamento de Vendée. Napoleón se pone al mando del resto de la Grande Armée, unos 207.000 soldados; de los cuales envía unos 100.000 a la frontera de Bélgica, donde se están agrupando con gran celeridad los contingentes aliados del Duque de Wellington, mientras los prusianos del mariscal Blucher marchan muy deprisa a reunirse con ellos.

Por otro lado, Bonaparte esperaba al Ejército Napolitano del mariscal Murat, de unos 50.000 franceses e italianos, pero el 12 de abril este fracasó en su intento de cruzar el río Po por Ferrara y hubo de retirarse al sur de Italia hostigado por los austriacos de Bianchi.

 

2 a 3 mayo 1815: Batalla de Tolentino.

 

A principios de abril, las tropas napolitanas del mariscal Murat ocupan la Toscana y la Romaña, prosiguiendo su avance hacia Francia para apoyar a la Grande Armée de Napoleón en su guerra contra la Coalición. Sin embargo, el Emperador Francisco II de Austria envía a Italia al mariscal Bianchi al mando de 60.000 soldados austrohúngaros. Los 45.000 napolitanos de Murat fracasan al intentar tomar Occhiobello, aunque logran ocupar Ferrara, pero el 12 de abril las tropas de Bianchi les impiden cruzar el río Po infligiéndoles muchas bajas en combate, obligándoles a replegarse lentamente hacia el sur, llegando el 29 de abril a Ancona, mientras 47 jinetes húngaros capturan la villa Tolentino, guarnecida sólo por 40 Gendarmes; por la tarde otros 1.000 húngaros entran en la plaza.

Los austrohúngaros avanzan divididos en dos columnas, una al mando del propio Bianchi, con unos 12.000 soldados, y la del general Neipperg, con 11.000 hombres. Murat decide aprovecharse de esta separación y detiene su repliegue, reagrupando a todas las fuerzas que pueda en el sector de Tolentino para batir a Bianchi, forzándole a retirarse distanciándose más de Neipperg. Pero los napolitanos están exhaustos, con la moral bajísima por la continua retirada y el hambre; los soldados desertan a millares. El 30 de abril, la vanguardia austriaca de 4.000 infantes y 560 jinetes entra en Tolentino, mientras los napolitanos aún leales a Murat se concentran en la cercana Macerata. Al día siguiente, el grueso del ejército de Bianchi, formado en total por 10.500 infantes, 1.500 jinetes y 28 cañones se despliega en los alrededores de Tolentino, entre el castillo de Rancia, donde emplazan 14 piezas, la iglesia de Maestá y San José, donde montan otra batería, estableciendo su cuartel general en la Torre de San Catervo.

El Ejército Napolitano de Murat congrega a 11.200 soldados, 3.800 jinetes y 28 cañones en torno a Macerta, con puestos avanzados de las villas de Tavern a Sforzacosta y de Tribbio a Pollenza. Al alba del 2 de mayo, en el sector de Pollenza los cañones napolitanos emplazados en el Monte Milone comienzan a bombardear las posiciones austriacas, poco después ambos ejércitos intercambian un intenso fuego artillero en el valle de Sforzacosta, donde los napolitanos se lanzan al ataque capturando al propio mariscal Bianchi en la acción, que al breve es liberado por un escuadrón de Húsares.

Murat reagrupa a sus fuerzas entorno al Monte Milone después de librar duros combates en Villa Lauri y otras localidades cercanas. Los napolitanos retoman la ofensiva ocupando Cantagallo, logrando tomar al asalto al castillo de Rancia, de donde son inmediatamente desalojados por un contraataque austriaco. Los combates concluyen hacia las 13:00 horas, con los napolitanos controlando algunas posiciones ventajosas. Bianchi decide mantener una estrategia defensiva frente a los ataques de Murat, sus tropas se redistribuyen en las mejores posiciones de la zona al final del día. Aun así, prepara un plan de retirada hacia Serravalle por si los napolitanos consiguiesen romper sus líneas. Al día siguiente la zona amenace envuelta en niebla, por lo que Murat no puede reiniciar las hostilidades hasta las 07:00 horas. Los napolitanos avanzan ocupando algunas de las colinas de Cantagallo, los austrohúngaros expulsados se retiran hacia el valle de Chienti. El castillo de Rancia también cae en manos de los atacantes tras una fiera lucha. Murat, en todo momento al frente de sus tropas, agrupa varias unidades entorno al castillo de Rancia y retoma la ofensiva hacia Casone, haciendo replegarse de allí a los austriacos en otro duro enfrentamiento, mientras la artillería napolitana bombardea Porta Marina.

 

 

 La batalla de Torentino por Vincenzo Milizia

 

Los austrohúngaros refuerzan sus puestos en las colinas de Cantagallo emplazando baterías, cuyo fuego pronto hace retroceder a los atacantes del valle; después Blanchi ordena un asalto con toda su caballería, que muy pronto pone en fuga a los escasos jinetes napolitanos, que dejan indefensa a su infantería. Los soldados napolitanos forman en cuadros para resistir las continuas cargas de los jinetes austrohúngaros, que les causan muchas bajas antes de romper una a una sus formaciones con apoyo de la batería de las cimas de Cantagallo. Perdida la cohesión y sin el auxilio de su caballería, Murat, pese a dar ejemplo mostrando un heroísmo temerario, no puede evitar que sus infantes huyan a Monte Milone. Por la tarde, los napolitanos se reorganizan, manteniendo buenas posiciones respecto a los austrohúngaros del frente de Tolentino. Pero a Murat le llegan malas noticias de otros frentes; el general Carrascosa se retira al río Tronto ante el avance de la columna de Neipperg hacia Cesano, cuyas avanzadillas marchan hacia Campania, amenazando con cortar la retirada de todo el Ejército Napolitano. Al anochecer, Murat opta por retirar a sus fuerzas del sector de Tolentino para evitar quedar cercado por las dos columnas de Bianchi, que así gana la batalla.

Los napolitanos han sufrido 1.700 bajas entre muertos y heridos, además de otros 2.400 prisioneros; los austrohúngaros solo han tenido unas 800 bajas. A consecuencia de este enfrentamiento, el Ejército Napolitano desaparece como fuerza de combate, minado por continuas deserciones y la imposibilidad de reagruparse al ser implacablemente perseguido

por los austrohúngaros del mariscal Bianchi.

 

3 mayo 1815: Blücher pide a Wellington iniciar una ofensiva con las tropas de ambos, este se niega.

 

13 mayo 1815: Napoleón solicita a Davout un informe sobre el estado de los caminos franceses.

 

20 mayo 1815: Murat huye de Nápoles.

 

El ejército austriaco del mariscal Bianchi avanza hacia el sur de Italia prácticamente sin encontrar oposición. Los soldados napolitanos desertan en masa, de tal forma que para cuando el rey Murat retorna a Nápoles el 18 de mayo apenas cuenta ya con leales. Los generales napolitanos abandonan la causa de Murat y firman con los representantes de Austria y el Reino Unido el convenio de Casa Lanza, que acepta la resolución del Congreso de Viena deslegitimando al actual soberano, a quien sólo Francia reconoce. Murat fue nombrado rey por Napoleón el 15 de julio de 1808, como recompensa por haber atraído a la familia real española a Bayona, provocando un vacío de poder en España, aprovechado por Bonaparte para instaurar una Constitución y posteriormente entronizar a su hermano José; en realidad este era el cargo ambicionado por el mariscal francés, que ocupa en compensación el trono napolitano desde el 1 de agosto de ese año. Derrotado militarmente y con escasos partidarios, Murat sabe que debe renunciar a su efímero reinado y huir a Francia, alcanzando Cannes el 25 de mayo.

Los austriacos entran en Nápoles poco después. El anterior monarca derrocado por Napoleón, Fernando IV de Borbón, es restituido al mes siguiente; sin embargo el "Murattismo", como se conoce entre los napolitanos al proyecto de reunificación de Italia y su independencia de Austria, no desparecerá, si no que irá ganando adeptos con el tiempo.

 

 


"No es sabio el que sabe muchas cosas, sino el que sabe cosas útiles". Esquilo

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witman
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Desde: 26 Nov 2010

Hola Jandres.

 

Exelente tu trabajo...me gustaria leer la segunda parte.

 

Gracias.

Santiago Pitarch
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Moderador
Desde: 5 Ene 2011

Siempre me ha fascinado el regreso de Napoleón. No por las ambiciones políticas de éste, sino por lo mal que lo hicieron sus adversarios. En el interior de Francia, la enorme estupidez de los monárquicos, que actíuan como si la Revolución no hubiese existido. En el contexto europeo, la mala gestón de las potencias vencedoras, que en el fondo parecen tanto temer como reverenciar al corso, al que ponen en bandeja su regreso.

 


Lo único seguro es el cambio.

Flavius Stilicho
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ColaboradorRedactor MHMSocio MH
Desde: 23 Ene 2011

Tienes razón, Santiago.

Los franceses puede que estuvieran hartos de la guerra pero les atemorizaba aun más que los aristocratas emigrados y la Iglesia reclamaran de vuelta tierras y derechos feudales. El manejo de las finanzas fue bastante malo y además con el fin de la guerra se permitió a Inglaterra inundar el mercado francés de productos baratos que originaron un cataclismo en la sobreprotegida industria francesa. En unos meses se tenía en contra tanto a agricultores, artesanos como a burgueses. A todo ello hay que sumar el resentimiento de los soldados veteranos por el abandono en que cayeron. Napoleón se jactaba de que de 30 millones de franceses, 29,5 querían su vuelta.

Además en el plano internacional hubo fuertes discusiones en el Congreso de Viena. Hubo un momento en que algunos creyeron que Rusia y Prusia irían a la guerra contra Austria, Francia e incluso Gran Bretaña. Era mucho ruido y pocas nueces, pero es comprensible que Napoleón se aferrara a las noticias de estas divisiones para vender que había una posibilidad de que las potencias aceptaran su vuelta.