Masinisa vendió su alma al diablo a cambio de una larga vida y un próspero reino, pero, aunque llegó a los noventa años, gozando de una excelente salud, rodeado de hijos y nietos, y siendo considerado el más afortunado y poderoso de los monarcas de su época, desde el funesto instante en que inmoló la víctima sobre el altar, sellando de este modo el pacto, no pasó una sola noche, de las muchas que desde entonces vio amanecer, que no lo desvelara la misma pesadilla. ¿Acaso no carecía de alma?