Agripa fue muchas cosas para Augusto: amigo fiel, yerno, organizador de la victoria, jefe de obras públicas, gancho con la plebe... y en general un subordinado eficiente al que delegar muchas tareas de gobierno. Un ejemplo de virtud romana tradicional que antepuso siempre a su amigo por encima de sus propios intereses; aunque por otra parte le hubiera resultado imposible lograr su gigantesco ascenso social sólo a base de talento y sin el patronazgo de Augusto.