A principios del siglo XX, Japón había desarrollado un plan de expansión territorial muy ambicioso, y las guerras que sostuvo, guerras más o menos fáciles, como por ejemplo con China en 1895 y Rusia en 1905 (aunque esta, un poco más peleada) ayudaron a elaborar un programa de expansión que poco a poco fue calando en todos los estratos de la población japonesa; sobre todo en el ejército.