¡Ninguno de nosotros vivirá mañana! Rocroi, la tumba de los Tercios.
Ya eran varios los siglos consecutivos en los que la temible infantería española no conocía la derrota en los campos de batalla. Sin embargo, el duque de Enghien, un joven con una carrera fulminante, se había propuesto incluir a los Tercios españoles en su lista de conquistas. Esa oportunidad se le presentó en Rocroi cuando, con la excusa de defender la plaza fuerte del asedio español, el rey francés le cede el mando de todos los ejércitos del norte.
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El águila bicéfala con la cruz de Borgoña fue uno de los estandartes portados por los tercios durante las guerras en Europa. |
Nadie, ni los propios franceses, pensaba que al día siguiente iba a tener lugar una de las batallas más recordadas por la historia. Y, por supuesto, ni mucho menos ninguno de los que formó parte de ella esperaban el resultado que cambió definitivamente las tornas en el panorama internacional.
Es el propio contexto histórico el que puede darnos una muestra de lo que se esperaba con este nuevo enfrentamiento entre las dos potencias del momento, Francia y España.
Antecedentes: Francia y España en el tablero europeo
La enemistad entre estos dos países está en este momento más candente que nunca. La irrupción en el aspecto religioso de nuevas doctrinas hace que cada gobierno deba tomar su propia decisión a la hora de servir a una u otra iglesia. Los países se ven rápidamente envueltos en guerras civiles o contra otros estados en nombre de Dios.
Tanto Francia como España juegan a favor delcatolicismo pese a que quizá la "tibieza" de Francia, el doble juego de anteriores reyes al tratar el tema, hace que sea España la gran defensora de Roma. Además, la corona española pertenecía a los Austria, otro de los rivales para Francia, en estos momentos más que nunca pues Luís XIII acababa de morir, igual que el Cardenal Richelieu, y el trono recaía en la española Ana de Austria. El cardenal Mazarino era quien se encargaba de los asuntos del reino mientras se esperaba a la mayoría de edad de Luís XIV, que por aquel entonces contaba cinco años.
En esta situación, la nobleza francesa está más alborotada que nunca. Cualquier victoria en el ámbito que sea se convierte en un punto más en el currículum de los aspirantes al trono para conseguir un ascenso, un título o, en algunos casos, la propia corona.
Este vacío de poder es peligroso para los galos por lo que cuando estallan las revoluciones en Cataluña y Portugal deciden apoyarlas a fin de desviar la atención del rey de España. Así mismo, también se ha dado un fuerte golpe al Camino Español, el camino por el que se hacían llegar tropas hasta el norte de Europa, para solucionar la revuelta de los príncipes flamencos en Flandes.
Es aquí donde entra en juego Francisco de Melo, marqués de Tordelaguna y gobernador general de los países bajos. Tiene en sus manos un proyecto por el que pondrá fin a esta situación: un gran ataque que llegue hasta las mismas puertas de París obligando a Francia a apartarse de los asuntos ajenos y a luchar contra los Tercios en su propio terreno.
El primer movimiento en esta jugada es Rocroi (roca del rey), una plaza fuerte situada en las Ardenas francesas que es sitiada por los españoles al empezar este nuevo juego aprovechando la situación acéfala del país vecino.Pese a que Melo, como diplomático, tenía una carrera admirable, militarmente hablando su experiencia no era muy larga. Entra en escena en 1635, en la batalla de Tornavento y, con la muerte del cardenal-infante, recibe el mando de las tropas de Lombardía con el cargo de Maestre de Campo General. Un año antes de Rocroi, su nombre aparece en la victoria de Honnencourt ante los franceses siendo ya por aquel entonces General en Jefe debido a su cargo de gobernador de los países bajos.
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Vista aérea de la fortaleza de Rocroi. |
Preparación para la batalla
Rápidamente, el 17 de mayo de 1643, un ejército francés bajo el mando del joven duque de Enghien, Luis de Bourbon, toma una pequeña elevación de terreno que le servirá para partir desde una posición ventajosa en caso de batalla. A todas luces, sólo él piensa en presentar batalla al día siguiente. Los veteranos que le acompañan simplemente creen que van a liberar la fortaleza y obligar a moverse a los españoles.
De la misma forma, Francisco de Melo también piensa que los franceses simplemente han venido a enseñar los dientes pero que no se atreverán a presentar batalla. Así mismo, se confía en la capacidad de combate de las tropas españolas y en la inexperiencia del joven duque de Enghien.
Éste sólo contaba con un linaje prominente. Tanto por parte de padre como por parte de madre, su familia había estado presente en muchos episodios importantes de la historia de Francia y él mismo notaba en su persona la confluencia de la realeza parisina. Su padre, el príncipe de Condé, ambicionaba el trono y una victoria ante los españoles sería una carta de presentación perfecta en la corte, justo ahora que el destino del país estaba en manos inciertas.
Sin embargo, últimamente Louis de Bourbon había estado entrenando a las tropas francesas en unas maniobras militares y había conseguido devolverlas a la vieja disciplina militar. Pese a eso, todos sus compañeros pensaban que eran un número muy pequeño para enfrentarse a los ejércitos de Flandes. Contaban con unos 23.000 hombres, contra 20.000 por parte de los españoles. Todos sabían que esa simple superioridad numérica era insuficiente. Por si fuera poco, Melo había pedido auxilio al barón de Beck, con cerca de unos 5.000 hombres, para que acudiera en su ayuda a la batalla por lo que si Francia planeaba vencer a los Tercios tenía que ser rápidamente.
Aunque la excusa que utilizó el duque fue la de prepararse por si llegaba la batalla antes de tiempo, por las filas francesas ya se empezaba a pensar en que ese día se presentaría la batalla largo tiempo buscada. Louis formó al ejército con la caballería situada en las alas y la infantería en el centro a cargo del conde de Epenan. El duque mismo junto con Jean de Gassion se situó en el ala derecha reforzándola con más efectivos para flanquear al ejército español aprovechando su inferioridad numérica. En el ala izquierda de caballería se situaban el mariscal L'Hôpital y el marqués de La Ferte Seneterre.
Así mismo, Louis de Bourbon había mezclado, como había leído en un libro de estrategia militar publicado en 1615, tropas de infantería con la caballería, algo arriesgado a menos que se tuviera el talento necesario para dar las órdenes adecuadas y en el momento oportuno. Y ése era un talento que el duque tenía, para sorpresa de todos.
Por otra parte, los españoles decidieron formar para prevenir un ataque sorpresa por parte de los franceses. Al igual que su rival, las alas también estaban formadas por la caballería, a la izquierda el duque de Albuquerque y a la derecha Isenburg. El centro estaba formado por la infantería, en primera línea los tercios españoles, en segunda línea tres tercios italianos (que discutieron mucho por el "deshonor" de estar en ese lugar) y en la retaguardia tropas valonas y alemanas.
Con los dos ejércitos formados, al anochecer del 18 de mayo comienza la descarga de artillería. Sorprendentemente, Melo retrasó la respuesta de su artillería a la espera de la ayuda de Beck. Quería que cuando empezara la lucha se decidiera el resultado en unas pocas horas.
En este primer momento, e independientemente de las órdenes de Enghien, L'Hôpital dirige su ala de caballería directamente a Rocroi. Busca simplemente acabar con la pequeña guarnición española que vigila la plaza y cumplir el objetivo principal del acercamiento francés. No obstante, el conde de Isenburg reacciona con rapidez y acude en ayuda de los compañeros. Aprovecha un error garrafal de L'Hôpital, que ha mandado cargar mucho antes de lo debido, y pronto logra poner en retirada a los franceses.
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El duque de Enghien, Louis de Bourbon, comandaba la caballería del ala derecha francesa. Cuentan que la noche de la víspera de la batalla durmió tranquilamente al cobijo de un arbol en el mismo campo donde al día siguiente tendría lugar la batalla |
Cesan los disparos, cae la noche y, excepto las bajas causadas por la artillería, nada había cambiado en el campo de batalla. Los soldados pasaron la noche al raso. Los mandos dieron las órdenes oportunas y se dejó todo listo para el día siguiente. El primer asalto ha acabado y ambos ejércitos han tanteado al rival.
Durante esta noche tiene lugar un hecho de gran importancia para el combate. Viendo la formación del ejército francés y la situación del duque de Enghien en el ala derecha de éste, Melo ordenó que un pequeño destacamento de arcabuceros se ocultara en la arboleda que había al lado del terreno. De esta forma, detendría la carga de la caballería francesa o al menos le restaría potencia. Por otra parte, también cabría la posibilidad de que durante los disparos cayera el propio duque decapitando al ejército francés al principio de la batalla. No obstante, la noticia llegó a los mandos franceses quienes consiguieron atrapar a los arcabuceros y sustituirlos para usar el plan en su beneficio.
Mientras esto sucede, en el campamento español corre el rumor de que Melo ha traído dinero para pagar salarios atrasados y el clima es cálido así que la noche pasa rápida y tranquila hasta el amanecer.
La Batalla
Tras los toques de corneta y la puesta en marcha de todos los ejércitos, vuelven a empezar los disparos de artillería. El primero en moverse es todo el ejército francés. En el español, los únicos en moverse son los regimientos de caballería situados en las alas. La infantería permanece en su sitio, a la espera de la llegada de Beck.
Los primeros en combatir son las compañías a cargo del duque de Albuquerque y las del mismísimo duque de Enghien. En un primer momento, Albuquerque consigue deshacer la resistencia francesa dispersando los primeros escuadrones de caballería y a la infantería que estaba mezclada con ésta y haciéndose con los cañones franceses. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, el duque de Enghien reagrupa a los fugados y carga contra los españoles. Gassión carga por la izquierda y una compañía de piqueros reagrupada por la derecha.
Albuquerque se enfrenta solo a Enghien, Gassión y un batallón de lanceros por lo que las tropas no tardan mucho en batirse en retirada incluso antes del toque de corneta que lo ordena. El ala izquierda española está totalmente deshecha. Sólo unos cuantos escuadrones reorganizados intentan estrellarse otra vez con el rival francés pero son intentos aislados de mero valor simbólico.
Mientras tanto, en la otra ala, el marqués de La Ferté Senneterre ha cometido el mismo error que en la otra ocasión al ordenar la carga antes de tiempo así que el conde de Isenburg sólo tiene que soportar una ligera presión y, pese a los intentos de l'Hôpital que viene con refuerzos, toda el ala izquierda francesa acaba retirándose en desorden y derrotada. Isenburg se hace con la artillería francesa sin esfuerzo. Las cosas pintan mal para el ejército francés que ahora recibe las cargas de artillería española sin poder responder. Las tropas de Isenburg se dispersan, unos persiguiendo al enemigo huido, otras recogiendo el "botín" de la victoria y muy pocos a la espera de una decisión del conde.
Ante este panorama, el mariscal Espenan, a cargo de la infantería francesa, ordena la retirada pero el barón de Sirot, al mando de la reserva, ordena avanzar. Quizá fue este movimiento el que salvó la batalla a los franceses. En este momento hubiera sido idóneo un avance de la infantería española que no se dio al utilizar como excusa la espera de la llegada de los refuerzos alemanes. Sin que nadie se diera cuenta, la infantería había quedado desguarnecida de la caballería. Un ataque que aislara a los tercios españoles de los extranjeros decidiría la batalla a favor de Francia y el duque de Enghien fue capaz de ver ese movimiento y ejecutarlo.
El Tercio de Zamora y el de Soria fueron los primeros en recibir la envestida gala. Pese a que al final lograron rechazar el ataque, tanto el maestre de campo, Fontaine, como el conde de Villalba cayeron dejando sin mando a dos de los tercios más importantes. A pesar de la dura resistencia ofrecida por la infantería española pues, de hecho, el Tercio de Soria pasó a llamarse el de la sangre, el rápido ataque francés había dado sus frutos.
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Una muralla de picas era lo que se encontraban cada vez que se atacaba a los Tercios mediante cargas de caballería o infantería. |
No tardó mucho el duque de Enghien en poner en retirada a los regimientos valones y alemanes, situados en retaguardia y reserva. Sin embargo, el dolor de cabeza más importante para los españoles fue la actuación de los tres tercios italianos situados en segunda línea. Ya hacía varios días que éstos se quejaban de ocupar tal puesto y que los españoles siempre estuvieran en primera línea (lo que era un honor). Francisco de Melo había conseguido calmar los ánimos dando a entender que ése era un asunto que se trataría más tarde.
No obstante, cuando la caballería francesa atacó, una de las bajas fue el marqués de Visconti, el principal mando de las tropas italianas. Cuando las circunstancias lo permitieron, los italianos recogieron sus cosas y se retiraron del campo de batalla dejando a los ya maltrechos tercios españoles solos ante todo el ejército francés. Los mandos españoles se retiraron y el resto de infantería se fue agrupando en el Tercio de Zamora.
Una y otra vez aguantó este último las cargas de los franceses. Las descargas de artillería abrían una y otra vez brechas entre la formación, que volvía a cerrar filas y a estar lista para resistir las siguientes cargas. La batalla estaba perdida y sólo el temor a la llegada de refuerzos hizo que el duque de Enghien decidiera dar cuartel y negociar una rendición honorable que los españoles acabaron aceptando. Era la primera vez que los temidos Tercios de Flandes caían en batalla.
Fuentes fiables hablan de 7.500 bajas en el ejército de Flandes mientras que en el español se cuentan 3.500 muertos y el resto entre heridos, desertores, y prisioneros.
Conclusión
Debido a motivos extra-historiográficos, es difícil analizar debidamente las consecuencias de esta batalla. Sí que es cierto que fue la primera gran derrota de los Tercios en Europa y que a partir de aquí el Imperio español ya nunca será el mismo de antes.
Hay que recordar que un año antes, en Honnencourt, prácticamente las mismas tropas a cargo de Francisco de Melo habían derrotado a un ejército francés y en noviembre del mismo año 1643 los españoles también demostraron su eficacia en la batalla de Tuttlingen.
Para Madrid, realmente, la derrota no tuvo consecuencias reales aunque sí que evidenció una serie de carencias a nivel estratégico que fueron muy aireadas por los medios franceses. Sea como fuere, España pasaba a un segundo plano en el panorama europeo.
Era la hora de que Francia emergiera con fuerza de la mano de uno de los reyes más recordados por la historia: Luís XIV.
Autor: Miqueas Rubio
BIBLIOGRAFÍA
-FELIPE RAGEL, L. (2008): ¡Contad los muertos!, Áltera.
-MARTÍNEZ LAINEZ, F. (2007): Una Pica en Flandes, Edaf.
-PARKER, G. (1989): España y la Rebelión de Flandes, Nerea.
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