Las politicas de Julio Cesar, el camino de la Roma Imperial
Seguramente, la de Cayo Julio César sea una de las figuras más reconocibles de la historia, ya no solo romana, sino universal. La visión de éste como un militar de enorme capacidad y dictador de la república romana, cuando no de “asesino” de la misma, ha sobrevivido a los siglos para llegar hasta nosotros y seguir motivando numerosos debates entre los historiadores alrededor de su figura, sus intenciones y su propia naturaleza como persona y como político. Sin embargo, ha sido también esta visión como general y dictador la que ha hecho que su papel como profundo legislador de una agotada república haya pasado prácticamente desapercibida para el gran público.
Analizar en profundidad las reformas y leyes que fueron acometidas y promulgadas por César en los años en los que actuó como gobernador único de Roma, y que a la postre llevarían a su muerte en el año 44 a.C. como resultado de una conjura senatorial, servirán en cualquier caso para conocer esta faceta de un Julio César que se mostró especialmente interesado en llevar a cabo toda una serie de reformas con el objetivo de estabilizar una Roma agitada por los conflictos internos.
En este sentido, y atendiendo a esas reformas, no se podrá evitar la pregunta de si la política cesariana era una política popular, como tradicionalmente se ha venido pensando, o si su política se alejó de lo popular para llevar a cabo una política moderada y de reconciliación, necesaria en un momento de enorme tensión e inestabilidad en el contexto de una guerra civil. ¿Era César un político popular? ¿Se convirtió, como se ha apuntado en multitud ocasiones, en un verdadero monarca? Tal vez abordando el debate historiográfico que ha caracterizado el último siglo se puedan sacar algunas conclusiones.
Por supuesto, el objetivo del artículo que aquí se presenta no es ofrecer visiones definitivas, que están muy lejos de poder darse, sino ofrecer una visión sobre César más allá de la mitificada de gran militar y político dictador, basada en un trabajo personal abierto al debate y a la opinión, como de este tema han debatido grandes investigadores desde finales del siglo XIX.
I. La instauración de la Dictadura Cesariana.
A partir del momento en el que César ocupó la magistratura extraordinaria de la dictadura, y hasta el momento de su muerte en el año 44 a.C., parece que estuvo convencido de que lo que tenía que hacer era dar una nueva forma constitucional a su poder personal; una nueva forma de poder que como última consecuencia explicará su muerte asesinado por un grupo de senadores que luchaban por la “libertad de la República”. Así, las novedades constitucionales de César en la reforma de su poder en la ciudad serían las que habrían llevado a su muerte solo dos años después de haber alcanzado la dictadura[1]. Unas innovaciones que se podían resumir en que “reunió en la propia persona demasiados honores, como el consulado continuo, la dictadura perpetua, y además de esto, el praenomen de Imperator y el cognomen de Pater Patriae” (Suetonio, César, 76). Sin duda, la concentración de tanto poder en una sola persona iba contra el Mos Maiorum, la tradición romana, lo que sin duda servía de pretexto suficientemente fuerte para los políticos más apegados a la tradición republicana para perpetrar un asesinato de tal magnitud como fue el de César.
Así, los honores entregados a César tras la guerra civil y la instauración de la dictadura fueron lo que derivó en la visión de estos senadores en César de “no encubierta tiranía” (Plutarco, César, 57), una tiranía que no podía ser aceptada por estos aristócratas que veían en la ruptura de la tradición un grave ataque a la supervivencia de la República. Un concepto de tiranía aplicado al régimen de César utilizado de manera muy consciente por autores como Plutarco, que ya desde ese momento estaban pensando y comparando el régimen de César, de carácter popular y autocrático, con el de las antiguas tiranías del mundo griego de siglos anteriores[2]. Una tiranía contraria a un sistema republicano y que diferenciaba el régimen de César al de otros dictadores que había tenido la República a lo largo de su historia.
Moneda acuñada con la efigie de César, acompañada de la leyenda Caesar Dict. Perpetuo.
La dictadura que le es entregada a César no es igual que la dictadura que asume César en el año 44 a.C., poco antes de su muerte. En este momento, César acepta una Dictadura Perpetua, cargada de un simbolismo mucho mayor que la dictadura renovable cada diez años que ocupaba anteriormente. ¿Con qué objetivo se dejaba César investir con la Dictadura Perpetua si ya contaba con una dictadura decenal que podía ir renovando año a año? Es posible pensar que ser nombrado dictador de manera vitalicia entregaba a César un poder simbólico mucho mayor que le iba a permitir llevar a cabo una verdadera reforma del sistema constitucional que derivase en la creación de una dictadura con autoridad para la reorganización del estado, un poder “Rei Publicae Constituendae”[3]. Sin embargo, intentar imponer esto sobre una sociedad política constituida por una aristocracia capaz de defenderse a sí misma y autoconservación iba a ser muy difícil, levantando la enemistad de personajes peligrosos. La dificultad de establecer una dictadura perpetua y el sistema constitucional que ello conlleva se evidenciaría en tanto Octavio, en la siguiente generación, comprendiendo que no era una vía segura, decidirá no presentarse como dictador, sino como “restaurador” de la República.
Más allá de la simbología, algunos autores han visto en César un visionario que intuyó los problemas que amenazaban a la república, percatándose de que ese sistema no se adecuaba a las necesidades del momento, siendo mucho más eficaz un sistema más cercano al monárquico. Desde esta perspectiva, sus planes no solo incluían cambios políticos, sino una evolución total en la relación entre Roma y el resto de las provincias. Mientras tanto, los más críticos con esta visión consideran que César era un aristócrata profundamente conservador que acumuló poder en busca de gloria y un estatus personal elevado dentro de la República. Desde este punto de vista, sus numerosas reformas en un amplio abanico de ámbitos distintos no era reflejo de un programa coherente, sino de la ausencia total de un plan de acción general[4]. Sea como fuere, es indudable que el periodo de la dictadura cesariana es una época de profundas reformas en Roma que afectaron a numerosos ámbitos diferentes de la política, la economía y la cultura de la ciudad.
II. Las reformas de César. Leges Iuliae.
Si bien César ya había demostrado su actitud reformista durante su primer consulado durante el año 59 a.C., no será hasta el periodo que va desde el año 46 a.C. hasta su muerte en marzo del 44 a.C. cuando podamos apreciar sus verdaderas intenciones de reformar profundamente Roma, siendo éste el periodo en el que su actividad legisladora se iba a desarrollar plenamente. Así, fue en este bienio en el que se pusieron en marcha las principales reformas cesarianas, pero cabe tener en cuenta en este aspecto que muchas de sus intenciones nunca se desarrollaron más allá de sus planes teóricos como consecuencia de su asesinato.
En el año 47 a.C. empezará una de las primeras reformas de César a través de la promulgación de la Lex Iulia de Pecunia Mutuis, por la cual se ponía fin a una de las preocupaciones de mayor envergadura de la época: la supresión de deudas. En un contexto de Guerra Civil, el problema de las deudas en Roma era verdaderamente acuciante, creando un ambiente de preocupación e inestabilidad que César sabía no debía prolongarse. Ante la imposibilidad de los deudores de pagar las deudas que tenían, los acreedores temían que César asumiese la misma posición en este tema que había mostrado Catilina, quien tiempo antes había promulgado la abolición de deudas, lo que se conocía como Tabulae Novae, con el fin de ganar una poderosa base social entre la plebe. César sin embargo, comprendiendo que la situación no era la misma que en época de Catilina, optó por una vía intermedia, abandonando la opción de la abolición de las deudas. Por esta ley, las deudas podían pagarse no solo en dinero, sino que se permitía saldar las deudas con la entrega de propiedades según el valor que tenían antes de que comenzase la Guerra Civil, lo que se iba a determinar a través de los cálculos de una serie de árbitros. Del mismo modo, esta ley estipulaba que nadie podía atesorar más de 15.000 denarios al contado con el objetivo de que el capital no fuese retenido por un grupo de personas y así fomentar su llegada al mercado, el cual estaba afectado por una preocupante falta de capital.
Tanto Clodio Como Catilina plantearon en el campo del problema de las deudas la posibilidad de su total abolición.
Esta primera medida de César estaba muy lejos de ser revolucionaria. Más bien, respondía al intento de César de promover una medida “interclasista” que supusiera un cierto alivio tanto para los pequeños como los grandes deudores en tanto se ofrecían nuevas soluciones para saldar las deudas, así como para tranquilizar a los acreedores, prestamistas y ciudadanos en general mediante la confirmación oficial de que las deudas no iban a ser abolidas, demostrando que el gobierno que César quería implantar era un gobierno de conciliación y estabilidad[5].
Porque César buscaba llevar a cabo una política de conciliación, aprobó la plena integración en la vida pública de los hijos de los proscritos de Sila. Era una señal propagandística muy clara, pues una actitud “antisilana” era muy necesaria desde el momento en el que César imitaba la decisión de Sila de utilizar la institución de la dictadura, al tiempo que reafirmaba el hecho de que la tendencia de su programa había sido desde el primer momento contraria al dictador inmediatamente anterior. César no pretendía presentarse como un hombre de una facción, sino que sus medidas estaban destinadas a hacer ver que su gobierno está encaminado a “reconquistar las voluntades de todos”. Son estas las palabras que van a marcar el programa político que César pone en marcha desde el principio de la dictadura.
César también mostró desde una época temprana una preocupación evidente por el tema de la distribución de la tierra y la creación de colonias. En este sentido, uno de los primeros objetivos de César fue recompensar a sus soldados veteranos a través de la entrega de tierras, aunque nada parece evidenciar que esto fuese resultado de la promulgación de ninguna Lex Iulia Agraria. Sin embargo, César no solo centró los esfuerzos del reparto de la tierra en sus soldados, sino que el plan se extendió a los ciudadanos de Roma. La explicación más extendida para entender esta distribución de tierras entre los soldados y los ciudadanos romanos es la creación de una nueva clientela en las áreas rurales de Italia, generada a través del beneficio de la entrega de una parcela de tierra para la subsistencia[6]. El reparto que llevó a cabo César fue sin embargo muy cuidadoso, pues se preocupó mucho en no ofender a los propietarios de la tierra. Así, intentó en la medida de lo posible no acudir a la expropiación de tierras, por lo que prefirió hacer repartos del Ager Publicus o de tierras confiscadas de aquellos que se habían adherido al bando pompeyano. Sin embargo, esto no siempre fue posible y en ocasiones César tuvo que recurrir a la confiscación de tierras, lo que no se contradice con su voluntad de respetar la propiedad privada. Que no exista una Lex Agraria en esta época no significa que con estas medidas César quisiese continuar la labor que había comenzado con su ley agraria del año 59 a.C., con la cual buscó poblar el campo, dar salida a la gente pobre de Roma y aliviar la presión de la población urbana de Roma[7].
Ante el problema de la escasez de tierra en Italia, César acometió en esta misma época una política de creación de colonias. La intención de César había sido en un primer momento distribuir a sus soldados licenciados por toda Italia para así evitar la concentración de sus soldados en un mismo punto, por lo cual tuvo que distribuir a la mayoría de sus veteranos entre tres colonias como fueron Casilinum, Capua y Calatia, lugares donde la situación política era lo suficientemente tranquila como para garantizar una rápida colonización[8]. De todos modos es preciso apuntar que es difícil pensar en un gran asentamiento de soldados veteranos en las colonias en tanto César no podía permitirse licenciar un número grande de soldados en un contexto de guerra civil. De hecho, el asentamiento de soldados en las colonias comenzará a darse en una cantidad considerable solo a partir del año 41 a.C.
Siguiendo el ejemplo de la distribución de la tierra, no solo los soldados se vieron beneficiados, sino que también un buen número de ciudadanos romanos participaron en el programa de colonización promovido por César. Ante la magnitud del proyecto de colonización de César, que según Suetonio llegó a asentar a más de 80.000 ciudadanos en colonias[9], fue necesaria la creación de colonias fuera de Italia, como fueron las de Corinto y Cartago. Sin duda la creación de estas colonias respondía a un programa de emigración controlada muy bien pensado por César, por el cual pretendía desplazar a un buen número de ciudadanos fuera de Roma, reduciendo así la superpoblación de una ciudad que se ahogaba en su exceso de habitantes. Hay quien ha visto en esta política de colonización el inicio de una política ya no centrada en Roma e Italia, sino una política con una clara visión provincial que ya empezaba a tener una intencionalidad de hacer de Roma un imperio.
Dentro de la ciudad de Roma, uno de los asuntos que requería la atención inmediata de César era el del reparto gratis de grano entre los ciudadanos, algo que reguló y reformó a través de la Lex Frumentaria del 46 a.C. Como consecuencia de la política de Clodio, a la llegada de César al poder, se beneficiaban del reparto gratuito de grano alrededor de unos 320.000 ciudadanos, lo que suponía una carga demasiado grande para el Estado, sobre todo en un periodo de crisis como era el de la Guerra Civil. Por este motivo, César se decidió a promulgar esta nueva ley:
Redujo el número de ciudadanos a quienes suministraba trigo el Estado, de trescientos veinte a ciento cincuenta mil, y para que la formación de estas listas no pudieran ser causa en el futuro de nuevos disturbios, decretó que el pretor pudiese reemplazar, por medio de sorteo, con los que no quedaban inscritos a los que fallecieran. (Suetonio, César, 41).
César redujo la cantidad de ciudadanos que recibían grano de manera gratuita a más de la mitad, y sin embargo ver esta medida como contraria a la plebe de la ciudad sería un error: considerando que según las fuentes cerca de 80.000 ciudadanos habían marchado a las colonias y que varios miles más habían perecido durante la Guerra Civil, la reducción del número de ciudadanos que recibían grano no debe resultar extraña. El carácter anti-popular de esta medida se pone en entredicho también viendo que la popularidad de César entre la plebe no se resintió, sino que justo al revés, parece que su popularidad aumentó al poner en valor el concepto de la ciudadanía romana. Parece que la reforma también gustó a algunos sectores más conservadores, que vieron en la regulación de la entrega de grano un intento de atajar lo que para ellos era un problema que se arrastraba desde tiempos de los hermanos Graco[10].
Sin embargo César no solo llevó a cabo una legislación que pretendía regular el ámbito social, sino que también llevó a cabo toda una serie de reformas en el ámbito político. En este sentido, una de las reformas de mayor envergadura fue la que se llevó a cabo a través de las Leges Iuliae de Magistratibus Creandis, mediante las cuales se llevaba a cabo una importante reforma de las magistraturas romanas. Por estas leyes lo que se hizo fue incrementar el número de Pretores, Ediles y Cuestores, así como otras magistraturas menores también vieron incrementado su número. Estas leyes, que se fueron promulgando entre el año 47 y el 44 a.C. tuvieron como consecuencia principal el aumento del número de Pretores de 8 a 16 en tan solo tres años, de los Ediles a 6 y de los Cuestores a 40. La explicación tradicional que se dio al aumento del número de los magistrados fue la creciente necesidad de atender a los asuntos de las provincias en el contexto de la política cesariana que dotaba a estos espacios periféricos una importancia mayor que en tiempos anteriores y que por tanto exigía un mayor número de magistrados. Sin embargo se ha venido proponiendo que en realidad esto atendía a la necesidad de satisfacer todas las promesas que César había hecho a todos aquellos que se le habían unido durante la Guerra Civil[11].
En este sentido, es preciso comentar los cambios acontecidos en el Senado. A algunos de los personajes más opulentos de la ciudad se les prometieron honores a cambio de su apoyo a César durante el conflicto. Entre estos personajes importantes no solo había senadores, sino que también había un buen número de gente perteneciente al orden ecuestre a la que César promocionó al orden senatorial con el objetivo de completar las filas de los patricios, que se habían visto durante todo el siglo I a.C. como consecuencia de los constantes conflictos. Seguramente con esto César intentaba crear un nuevo patriciado que dependiese de él por una relación de gratitud, cuando no de clientela directa. De este modo, unos 300 o 400 hombres ingresaron en el Senado durante la dictadura vía magistratura o promoción (adlectio). Este fue un premio para algunos de sus seguidores, en su mayoría gentes pertenecientes al orden ecuestre, integrantes de las clases propietarias de las ciudades itálicas. Así, César se aseguraba un gran apoyo entre las clases dirigentes de la provincia.
Grabado de Étienne du Pérac (1575) en el que se muestra el edificio de la Curia Hostilia, lugar de reunión del Senado, en el siglo XVI.
Basándose en su propia experiencia, César promulgó la Lex Iulia de Provinciis por la cual se iba a limitar el periodo de tiempo que duraban los mandatos proconsulares y propretioriales en las provincias. Por esta ley, un propretor solo podía serlo durante un periodo máximo de doce meses, cuando el propio César había tenido poderes prorpetoriales durante diez años seguidos, mientras que un procónsul podía serlo como máximo durante dos años consecutivos. Lo que César buscaba con esta ley era prevenir la concentración de poder en manos de los gobernadores recortando el tiempo de su mandato y limitar así la capacidad de éstos de establecer redes de clientela que pudiesen dotarles de un poder excesivo en las provincias. César buscaba con esta ley protegerse de hombres como él mismo. Sin embargo esto tuvo unas consecuencias que contradecían la propia política de César: los gobernadores, al ver limitado su tiempo de mando, buscasen llenarse los bolsillos de una manera mucho más rápida al pensar que tal vez no tenían otra oportunidad, lo que derivaba en las malas condiciones de los provinciales[12].
Con intencionalidad política César comenzó también una de las reformas culturales más importantes de las que se realizaron en la época. Esta reforma es la que tuvo que ver con la creación de un nuevo calendario, para la cual contó con los servicios del astrónomo alejandrino Sosígenes. Antes de la reforma, el calendario romano tenía 355 días, a los que se añadían cada dos años un nuevo mes de 27 o 28 días para hacer coincidir el calendario lunar romano con el astronómico. El objetivo de césar era hacer coincidir el año del calendario con el año astronómico y así evitar que los sacerdotes pudieran añadir días y meses a voluntad, pues eran ellos los que decidían si alargar o acortar un año, dependiendo de las presiones recibidas de los magistrados, que buscaban alargar sus mandatos o la conveniencia de recaudar impuestos entre los campesinos. En la Roma de la época de César la determinación de la duración del año no era una cuestión solo relativa al tiempo, sino que era una verdadera arma política.
Para evitar entonces que la duración del año dependiese prácticamente de la voluntad de los sacerdotes de la ciudad y de las presiones que estos recibían, César estaba decidido a hacer coincidir el año 45 a.C. con el año astronómico real. Para llevar a cabo esto de manera satisfactoria, César se vio obligado a alargar el año 46 a.C. hasta los 445 días de duración, por lo que fue conocido como Annus Confusionis. La intención de César de hacer coincidir el año 45 a.C. con el año astronómico atendía a un doble objetivo: por un lado, el de reorganizar de manera definitiva los meses del calendario romano, algo que no ocurría antes, y por otro hacer coincidir el año de mandato de las magistraturas con el año astronómico, fijando finalmente la duración del mandato en 365 días.
En materia urbanística, César también fue un reformador. Así, acometió un gran número de obras públicas en la ciudad, como un nuevo foro y una basílica. Esto pareció entusiasmar a la gente, pues era una salida laboral para los pobres que necesitaban un trabajo y unos ingresos. Del mismo modo, estos planes de obras públicas se extendieron fuera de la ciudad. Preveía una desviación del Tíber, así como la desecación de algunos lagos, como los pantanos Pontinos o el lago Fucino. También emprendió nuevas obras en las vías, buscando la creación de una nueva vía que redujese el tráfico y que mejorase el comercio que cruzase desde el Adriático hasta el Tíber a través de los Apeninos, así como la elaboración de un canal través del Istmo de Corinto. No sabemos exactamente si César actuó de manera aislada en cada uno de los casos en los que quiso hacer una gran obra pública o si actuaba en base a algún plan constructivo redactado en una posible Lex de Urbe Augenda. En este sentido, no tenemos pruebas definitivas sobre la existencia de esta ley, pero la enorme actividad constructiva de César en Roma en un espacio tan corto de tiempo invita por lo menos a tener en consideración su existencia[13].
Reconstrucción del Foro de César, principal obra urbanística acometida por Julio César y primero de los foros imperiales.
III. Conclusiones sobre César y su dictadura.
Uno de los debates más extendidos sobre César y su dictadura es si ésta tenía un carácter monárquico. No hay duda de que a finales del 45 a.C., César era en la práctica un monarca, en el sentido de que gozaba de mucho más poder que cualquier otra persona en la República[14]. Tradicionalmente, el mandato de un dictador se había limitado a seis meses, y sin embargo, César fue nombrado a principios del año 44 a.C. Dictator Perpetuo. Así, durante su mandato, César fue acumulando honores que le acercaban a la figura de un monarca propiamente dicho: tenía el derecho a situarse entre los Tribunos de la Plebe en el teatro, así como su asiento estaba elaborado en marfil y oro. Del mismo modo, César fue el primer romano cuya efigie se reprodujo en las monedas acuñadas durante su vida.
Sin embargo, la figura de César trascendía más allá de lo humano en los últimos años de su vida. Su estatua fue incluida en la procesión de las estatuas de los dioses en las ceremonias inaugurales de los juegos, del mismo modo que se colocaron efigies suyas dentro y alrededor del Capitolio. En cierto sentido, este periodo de la dictadura en el que César adquiere plenos poderes y es asociado con una figura, si bien no del todo divina, si al menos sobrehumana, tiene muchos paralelismos con las monarquías helenísticas que César había conocido a lo largo de su vida, como la de Bitinia o como la propia monarquía Egipcia que había tenido posibilidad de conocer muy bien unos años antes.
En la práctica, los poderes de un dictador eran monárquicos, y a éstos César añadió otros derechos, de manera que de facto gobernaba como un monarca, hasta el punto de que entre la opinión pública romana comenzó a circular la cuestión de si César debía asumir el título de Rex, algo que nunca hizo, conocedor de las enormes consecuencias políticas que eso habría conllevado. César ya tenía el regnum, en el sentido de que contaba con la hegemonía política en Roma y unos poderes mucho mayores de los que cualquier otro podría presumir en la ciudad, y sin embargo no quería el título de Rex. En este sentido, es posible que la dictadura de César sí que tuviese un componente claramente monárquico, pero no está tan claro que el propio César fuese tan proclive a la figura del Rex como mostraba su régimen político, algo que ha sido ampliamente debatido por la historiografía.
La tradición identificaba a César como un político popular, pero cabe preguntarse si realmente lo era a través de las reformas llevadas a cabo durante su dictadura. Desde muy temprano César fue identificado como un popular al acercarse a figuras de políticos como Cayo Mario primero y Pompeyo después, ambos políticos que pertenecían a los sectores más populares del Senado. Del mismo modo César nunca desoyó las peticiones del pueblo y de la masa ciudadana en general, mostrándose preocupado tanto por la situación de la plebe como por la imagen que él mismo tenía entre la gente. Esta postura claramente popular es la que se verá en su máxima expresión durante su primer consulado en el año 59 a.C., donde sus reformas, como la Lex Agraria evidenciaban la tendencia de César como político popular. Sin embargo, este posicionamiento tan claro ya no es tan evidente a partir del año 47 a.C., momento en el que comenzará su actividad reformista y legisladora en Roma.
En este sentido, el año 47 a.C. es el punto en el que César muestra una política más centrada y conciliadora, algo que se ve por ejemplo en el asunto de las deudas: César atiende las demandas del pueblo, suavizando su situación ante los acreedores, pero no va a abolir las deudas, pretensión última de la plebe. Se puede decir que César desarrolla en este mismo sentido una política intermedia, intentando por todos los medios no perjudicar en demasía a los prestamistas y propietarios. Atendiendo a su política, se puede ver en César una preocupación por la situación de los ciudadanos en Roma, a la que libró de sus pobladores más incómodos a través de extensos programas de colonización y emigración controlada, del mismo modo que recibió en Roma a nuevos ciudadanos, entre los cuales César se aseguró que hubiese un nutrido grupo de intelectuales. Todos sus proyectos de obras públicas también han sido vistos como el desarrollo de una política popular al tener un doble objetivo: labrarse una imagen entre la plebe, al tiempo que se aseguraba de proveer de trabajo e ingresos a los ciudadanos más pobres de Roma.
También en el terreno judicial César cogió el testigo de otros políticos populares de épocas anteriores. De este modo, césar se preocupó por mantener la división en la administración de la justicia entre los senadores y los equites, para evitar así que un poder tan importante fuese monopolio del Senado. Se ha querido ver en la mala relación entre César y la institución del Senado la ratificación del carácter popular de César[15], que basa su poder en el pueblo y su carisma entre la gente, alejándose de los optimates y los demás sectores del Senado.
Otros han visto, por algunas de las actuaciones de César durante su dictadura, elementos claramente antipopulares. Uno de los más evidentes, y que han sido tratados en este trabajo es el de la reducción del reparto de grano gratuito a más de la mitad de los ciudadanos. Sin embargo, esta teoría queda desmantelada al ver que realmente César no retira el beneficio del grano gratuito a un gran número de la población, sino que esto responde más a un descenso del número de ciudadanos en la ciudad que a una política frumentaria antipopular de César. Sin embargo, sí que hay que comprender que César no podía actuar como habían actuado otros políticos populares de épocas anteriores como pudieron ser los hermanos Graco. No podía actuar como ellos porque César actuaba desde una posición de poder, lo que le permitió romper con algunas de las actuaciones populares del pasado, como fue poder prescindir de la asamblea popular, cuyas competencias descendieron claramente en época de César en lo que se ha visto como un intento de monopolizar un poder que es retirado al Senado y al Pueblo[16].
Como conclusión se puede decir que César asume en su política los puntos centrales que abordaron los políticos populares de épocas anteriores, pero va más allá. Nadie hasta entonces propuso una política que intentase homogeneizar tanto la política de Italia, en un planteamiento de política imperial. Además, en César se ven rasgos típicos de la política popular, pero elevados a su máxima expresión. Un ejemplo es la política de colonización de César, la cual tuvo mayor carácter social que cualquiera de las anteriores. Del mismo modo, César reúne las dos características principales de los populares: por una parte es un líder popular porque atiende a las necesidades básicas del pueblo y por otra se asegura de mantener contenta a la plebe con regalos y espectáculo, convirtiéndose en un carismático gobernante. Pero aunque popular, es ante todo conciliador en sus propuestas, lo que le diferenciará de todos los políticos populares que Roma había conocido.
[1] Canfora, L. Julio César, un dictador democrático. Barcelona: Ariel, 2007, pg. 253
[2] Canfora, L. op. cit. 2007, pg. 257
[3] Canfora, L. op. cit. 2007, pg. 259.
[4]Goldsworthy, César: La biografía definitiva. La esfera de los libros: Madrid, 2015, pg. 607.
[5] Suárez Piñeiro, A.M. La crisis de la república romana (133-44 a.C.): la alternativa política de los populares. Santiago: Lóstrego, 2004. Pg. 202-203.
[6]Yavetz, Z. Julius Caesar and his public image. London: Thames and Hudson LTD, 1983. Pg. 142.
[7]Suárez Piñeiro, A.M. op. cit. 2004, pg. 205.
[8]Yavetz, Z. op. cit. 1983, pg. 143.
[9] Suárez Piñeiro, A.M. op. cit. 2004, pg. 207.
[10] Yavetz, Z. op. cit. 1983, pg. 158.
[11] Suárez Piñeiro, A.M. op. cit. 2004, pg. 210.
[12] Yavetz, Z. op. cit. 1983, pg. 108.
[13] Yavetz, Z. op. cit. 1983, pg. 160.
[14]Goldsworthy. A. op. cit. 20015, pg. 633.
[15] Suárez Piñeiro, A.M. op. cit. 2004, pg. 220
[16] Suárez Piñeiro, A.M. op. cit. 2004, pg. 222
BIBLIOGRAFÍA.
Canfora, L. Julio César, un dictador democrático. Barcelona: Ariel, 2007.
Goldworthy, A. César: La biografía definitiva. La esfera de los libros: Madrid, 2015.
Pina Polo, F. La crisis de la república (133-44 a.C.). Madrid: Síntesis, 2010.
Roldán, J.M. Historia de Roma. Tomo I: La República romana. Madrid: Cátedra, 1981.
Suárez Piñeiro, A.M. La crisis de la república romana (133-44 a.C.): la alternativa política de los populares. Santiago: Ediciones Lóstrego, 2004.
Yavetz, Z. Julius Caesar and his public image. London: Thames and Hudson LTD, 1983.
Julio César. De Bello Civile. Edición digital.
Julio César. De Bello Gallico. Edición digital.
Suetonio. Vida de los doce Césares: Julio César. Edición digital.
Autor: Marcus Vipsanius Agrippa
C. S. Segura.
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Magnífico trabajo Marcus!
Estoy completamente de acuerdo en la conclusión, yo creo que Julio César supo ganarse a la plebe para recibir su apoyo pero creo que es muy destacable, en contraposición a Sila y al propio Mario, su reducido revanchismo y represalias contra sus rivales. Bien es cierto que como la historia la escriben los vencedores debemos ser cautos en cuanto a creernos a pies juntillas la versión oficial, pero por lo que sabemos César tuvo una actitud conciliadora e intentó en todo momento reconcilairse con sus enemigos. Evidentemente la reconciliación pasaba por que el enemigo en cuestión aceptase los términos de César, prero bueno, ya es más que lo que propuso Sila con las listas de proscripciones publicadas en el foro.
En lo que disiento es en que se preocupara por los habitantes de Roma, más bien pienso que entendió que para conseguir su objetivo debía tener contetos a todos, demsotrando como su principal virtud saber leer las situaciones y actuar en consecuencia, unas veces con audacia y otras con templanza. Y ene ste caso creo que supo leer que no podía darle todo a una facción por riesgo a tener a la otra en contra, sabiendo que antes o después el equilibrio de poderes cambiaría, como ya había sucedido varias veces en los últimos cincuenta años.
Por todo lo anterior tengo mis dudas sobre si César era un popular como tal o si esto fue una pose para conseguir los apoyos de la gente en aras de llegar a ostentar el poder.
A mi también me ha encantado el trabajo.
Magnífico trabajo Marcus!
Estoy completamente de acuerdo en la conclusión, yo creo que Julio César supo ganarse a la plebe para recibir su apoyo pero creo que es muy destacable, en contraposición a Sila y al propio Mario, su reducido revanchismo y represalias contra sus rivales.
Sobre esto no creo que fuera por "bondad" o por la personalidad de César, sino que era una estrategia política bien calculada tras las experiencias precedentes de otros (Sila por ej.). Además César ya tenía a su "poli malo", al menos con los optímates (porque con la plebe, populista era un rato) que era Marco Antonio. Poli bueno-poli malo. El bueno habitualmente manda sobre el malo y hace que sobre éste recaigan las iras. La estrategia de perdones se enmarca dentro de la política de "puño de hierro y guante de seda". Una buena manera de mantener la cohesión y el dominio dentro del gallinero que era el Senado. Al final hay que tener en cuenta que los senadores, como la mayoría de políticos a lo largo de la historia, miran primero por sus intereses y luego por los de sus gobernados. Con Cicerón le funcionó ésta política. Aunque luego acabara como acabara. El que los conspiradores se decidieran a asesinarlo viene más cuando vieron sus intereses economicos en peligro. Poco que ver con la visión idealista de "salvadores de la república".
A mi también me ha encantado el trabajo.
Magnífico trabajo Marcus!
Estoy completamente de acuerdo en la conclusión, yo creo que Julio César supo ganarse a la plebe para recibir su apoyo pero creo que es muy destacable, en contraposición a Sila y al propio Mario, su reducido revanchismo y represalias contra sus rivales.
Sobre esto no creo que fuera por "bondad" o por la personalidad de César, sino que era una estrategia política bien calculada tras las experiencias precedentes de otros (Sila por ej.). Además César ya tenía a su "poli malo", al menos con los optímates (porque con la plebe, populista era un rato) que era Marco Antonio. Poli bueno-poli malo. El bueno habitualmente manda sobre el malo y hace que sobre éste recaigan las iras. La estrategia de perdones se enmarca dentro de la política de "puño de hierro y guante de seda". Una buena manera de mantener la cohesión y el dominio dentro del gallinero que era el Senado. Al final hay que tener en cuenta que los senadores, como la mayoría de políticos a lo largo de la historia, miran primero por sus intereses y luego por los de sus gobernados. Con Cicerón le funcionó ésta política. Aunque luego acabara como acabara. El que los conspiradores se decidieran a asesinarlo viene más cuando vieron sus intereses economicos en peligro. Poco que ver con la visión idealista de "salvadores de la república".
Estoy de acuerdo Tito, ya lo dije (o lo intenté) en mi intervención anterior, creo que César supo buscar el equilibrio entre optimates y populares para su propio beneficio, para evitar ser derrocado. Sila y Mario se dejaron lelvar por las pasiones mientras que César demostró ser más calculador o simplemente inteligente y trato de mantener a todos relativamente contentos.
Y aunque se mostrara como popular, es evidente que, como casi todos los senadores de dicha tendencia, sólo lo hacía para conseguir el apoyo de la plebe para llegar al poder, porque luego ya vemos que en el día a día optimates y popularesno se diferenciaban en absoluto.
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Muchas gracias por vuestros comentarios, compañeros. Me agrada saber que os ha parecido interesante el trabajo que os he presentado.
Antes de nada, me gustaría decir que el título que podeis ver en el trabajo no es el original, sino que el original era "La política legisladora de Julio César: ¿Un político popular?", que creo que expresaba bien la tendencia de César más allá de un político popular u optimate. Sea como sea, no tiene más importance que la anécdota el cambio de título, aunque no se muy bien por qué ocurrió. Lo que yo creo que cabría preguntarse llegados a este punto es si un patricio puede representar a la plebe, si puede ser realmente popular, del mismo modo que si tiene sentido que una magistratura, que algunos investigadores han venido catalogando de "revolucionaria", como era el tribunado de la plebe estuviese de igual manera ocupada por unos patricios que no tenían por la plebe más interés que el que les suscitaba establecer redes clientelares entre algunos sectores del pueblo. Como he intentado plasmar en el trabajo, es cierto que a César se le encuadró, más por tradición familiar que por otra cosa, en el sector popular, y actuó en consecuencia. Pero dudo que lo hiciese por convencimiento, sino que actuó como político popular porque era el único método de garantizase los apoyos suficientes como para establecer un régimen como el que él quería establecer, consiguiendo no ofender a nadie.
Sin embargo, y aunque asumiese en su política los pilares de la política popular, la política de César fue mucho más allá y se convirtió en una política de reconciliación, como, por otra parte, no podía ser de otro modo en una Roma salida de una guerra civil si quería garantizar mínimamente una estabilidad suficiente como para gobernar. Ya es más discutido si esta política de reconciliación es algo que deriva de un programa político coherente, o sin embargo es fruto del pragmatismo y oportunismo de César, un oportunismo que trasladó desde el campo militar al político. Este es un tema que ha alimentado el debate sobre César en el último siglo y medio, y que en realidad constituía la segunda parte de este trabajo, pero decidí omitirla por no hacer el tema demasiado espeso.
Un saludo!