La filogenia de la especie humana: un análisis historiográfico
Desde la Antigüedad el origen de la especie humana ha sido un tema muy debatido, en aquella época por los filósofos griegos, siendo estudiada desde entonces hasta la época moderna desde un punto de vista filosófico y antropológico. Actualmente el origen de la especie humana se estudia desde una perspectiva multidisciplinar, con especial importancia de los planteamientos antropológicos, arqueológicos, geológicos y genéticos.
LA FILOGENIA DE LAS ESPECIES
El evolucionismo fue un punto de inflexión para el estudio de nuestros orígenes puesto que aportaba la idea de «evolución», es decir, de un cambio con continuidad, surgiendo la idea de que todas las especies vivas provenían de otras especies, incluida la humana, como ha demostrado actualmente la biología molecular. Así surgió la idea que el origen de todas las especies proviene de un antepasado común, naciendo la expresión del «eslabón perdido», la cual hace referencia a un hipotético antepasado que sería el nexo entre los primates superiores y los humanos (EIROA, 2006: 131-134).
Las relaciones de parentesco evolutivo son conocidas como relaciones filogenéticas, dichas relaciones se pueden intuir a partir del registro fósil (ARSUAGA, 2002: 144). El análisis filogenético reconstruye estas relaciones basándose en la genealogía (principio filogenético) y en la similitud o divergencia de formas (principio fenético), contemplando también las discontinuidades, la zona adaptativa, el grado evolutivo y el número de especies. Finalmente, la historia evolutiva resultante de este análisis se representa forma de árbol filogenético (TURBÓN, 2005: 38).
Las similitudes entre diferentes fósiles se dan principalmente por dos causas: por la convergencia adaptativa (analogía) donde las similitudes son superficiales o por la herencia de un antepasado común (homología) donde se mantiene la similitud estructural, aun cuando pueden haber diferencias superficiales.
Los caracteres de herencia común se pueden clasificar en caracteres primitivos y caracteres derivados o evolucionados, siendo éstos los únicos que nos aportan información sobre el grado de parentesco (ARSUAGA, 2002: 144-145). La filogenia sistemática o cladística define las relaciones evolutivas basándose en los caracteres derivados compartidos (sinapomorfias) de los organismos estudiados. El análisis cladístico es la base de los sistemas de clasificación biológica que buscan agrupar los organismos por sus relaciones evolutivas (TURBÓN, 2005: 38).
La tarea de diferenciar entre los caracteres convergentes o de herencia común, y tras distinguir entre caracteres primitivos o derivados, no es tan fácil como parece puesto que la escasez y el estado de conservación de los fósiles hace que los diferentes investigadores lleguen a conclusiones diferentes sobre la naturaleza de los caracteres, por lo tanto, llegando a diferentes árboles filogenéticos. Además de todo esto, hace falta tener en cuenta que los descubrimientos de nuevos fósiles pueden refutar o confirmar las conclusiones a las cuales se habían llegado con anterioridad (ARSUAGA, 2002: 145-146).
HISTORIOGRAFÍA DE LA EVOLUCIÓN HUMANA
En este artículo nos centraremos en dos momentos historiográficos diferentes: un primer momento en la década de los años ’70, representado por los árboles filogenéticos propuestos por Richard Leakey (1977) y por Donald Johanson y Tim White (1979); y un segundo momento en los últimos veinte años, desde la década de los años ’90 hasta principios del s.XXI, representado por los árboles propuestos por Donald Johanson y Blake Edgar (1996), por el Equipo de Investigación de Atapuerca (1997) y por el equipo de Meave Leakey (2001).
Esta división responde a que uno de mis objetivos es ver la evolución historiográfica del estudio de la evolución humana y cómo el surgimiento de nuevos fósiles a veces hace tambalear los esquemas que se habían establecido, por lo cual, hace falta tener claro que todavía no existe un árbol filogenético definitivo sino que los que hoy en día se proponen irán modificándose a medida que tengamos más datos para poder establecer con mayor exactitud, dentro de nuestras limitaciones, el árbol filogenético de la especie humana.
La década de los '70
El primer árbol filogenético que analizaremos será el propuesto por Richard Leakey en 1977. Richard Leakey, hijo del matrimonio de paleoantropólogos Louis y Mary Leakey, excluía la posibilidad de que los australopitecinos fueran el antepasado directo del género Homo, puesto que creía que ambos géneros se habrían separado hacía mayor tiempo y que el antepasado común de los cuales debería tener una cronología más tardía situada entre los 10 y 5 millones de años (QUEROL 1998: 45).
Aún así, creía que los fósiles de Hadar eran los antepasados de los australopitecinos y del género Homo, aun cuando refutaba la clasificación que hacían sus contemporáneos al dividirlos entre Homo habilis y Australopithecus robustus, puesto que creía que habría de haber una tercera rama con unos fósiles que él no clasificaba como Homo habilis, sino como otra especie (LEAKEY 1999:104-105).
El segundo árbol filogenético es el propuesto por Donald Johanson y Tim White en 1979. Donald Johanson y Tim D. White, paleoantropólogos norteamericanos, fue unos de los descubridores en 1974 del conjunto de Afar (Etiopia) de donde procede el esqueleto femenino prácticamente completo, denominado familiarmente Lucy y más formalmente como AL-288 (FOLEY 2000: 77). La comunidad científica del momento no consideró el hallazgo del equipo International Afar Research Expedition (I. A. R. E.), formado por Maurice Taieb, Donald Johanson, Yves Coppens, Tim White y Jon Kalb, hasta el 1977, año en que la revista Science publicaba el descubrimiento de un nuevo homínido denominado Australopithecus afarensis, cerrando así el debate con R. Leakey considerando que los fósiles de Hadar formaban parte de una especie nueva y no de tres, como había afirmado éste (LEAKEY 1999: 105).
D. Johanson y T. White propusieron que habría dos ramas que se dividirían entre los australopitecinos y entre el género Homo, partiendo ambas del Australopithecus afarensis (EIROA, 2006: 145) y evolucionando la primera a una rama extinta de los denominados australopitecinos robustos y la segunda seguiría una evolución lineal del género Homo, que iría desde el Homo habilis hasta el Homo sapiens (MUÑOZ AMILIBIA, 2001: 258).
La década de los '90
Más recientemente, Donald Johanson y Blake Edgar, paleoantropólogos, propusieron otro árbol evolutivo en 1996. A raíz de los nuevos descubrimientos incluyen a Ardipithecus ramidus y Australopithecus anamensis como predecesores del Australopithecus afarensis, que ya no sería el antepasado de los australopitecos y del género Homo, sino que daría paso a dos ramas: una representada por el Australopithecus africanus, que seria el antepasado directo del género Homo, y otra representada por el Australopithecus aethiopicus, que daría lugar a los australopitecos robustos que se extinguirían.
El primer Homo podría ser el denominado Homo sp. puesto que ha sido asociado a material lítico, que derivaría en Homo rudolfensis y Homo habilis. El Homo rudolfensis sería el predecesor del Homo ergaster mientras que el Homo habilis se extinguiría. El Homo ergaster saldría de África y daría lugar al Homo heidelbergensis en Europa y al Homo erectus en Asia. Finalmente, el Homo heidelbergensis se ramificaría en Homo neanderthalensis y Homo sapiens.
Un cuarto árbol evolutivo sería el propuesto por el equipo de Atapuerca formado por Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro, entre otros, a raíz del descubrimiento en 1997 del que proponen que sea una nueva especie: Homo antecesor.
El equipo de Atapuerca considera al Ardipithecus ramidus el predecesor de los australopitecos, éstos se subdividirían en dos ramas a partir del Australopithecus afarensis, por una parte, los australopitecos gráciles que darán lugar al género Homo y por otra parte a los australopitecos robustos, a los que consideran de otro género denominado Paranthropus, que se extinguiría. Por otra parte, consideran que el antepasado directo del género Homo es el Australopithecus garhi. Este último daría paso a dos ramas: el Homo ergaster y el Homo habilis / rudolfensis, que convivirían durante 3 millones de años.
El Homo ergaster sería el primer Homo en abandonar el continente africano dando paso al Homo erectus documentado en Asia y al Homo antecesor, la especie más antigua de Europa, aun cuando por el momento tan sólo está documentada al yacimiento de Atapuerca. El equipo de Atapuerca propone al Homo antecesor como el antepasado común delHomo heidelbergensis y del Homo rhodesiensis, que derivarían en Homo neanderthalensis y Homo sapiens, respectivamente.
El último árbol filogenético es el propuesto actualmente por Meave Leakey, esposa del paleoantropólogo Richard Leakey, y su equipo. Proponen a Orrorin tugenensis como el antepasado del Ardipithecus ramidus, aun cuando se desconoce realmente su relación y por esto se está a la espera de nuevos descubrimientos. El Ardipithecus ramidus daría lugar al Australopithecus anamensis, quien, según Maeve Leakey y su equipo, derivaría en el Kenyanthropus platyops por una parte y en el Australopithecus afarensis por la otra.
El Australopithecus afarensis se ramificaría en tres ramas representadas por el Australopithecus garhi, el Australopithecus africanus y el Australopithecus aethiopicus, dando lugar por una parte a los australopitecos robustos mediante el Australopithecus africanus y el Australopithecus aethiopicus y por otra parte al género Homo mediante el Australopithecus garhi y el Australopithecus africanus con una posible especie intermedia todavía desconocida.
ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO
El análisis comparativo de los diferentes árboles evolutivos que he seleccionado lo dividiré en los que creo que son los momentos claves de la filogenia humana: los primeros homínidos, el origen de la diversificación de los australopitecos en gráciles y robustos, el origen del género Homo, la salida del continente africano y el origen del Homo sapiens.
Los primeros homínidos
El estudio de la evidencia fósil junto con el análisis de ADN nos permite ajustar el intervalo temporal que hay entre dos especies como los chimpancés y los seres humanos. Los denominados relojes moleculares, basados en las tasas de mutación de los genes denominados neutros (es decir, aquellos sobre los cuales no influye la selección natural), nos permiten conocer el tiempo en que estos genes neutros se transforman. Esta información junto con la distancia genética entre las dos especies hace que se pueda calcular el tiempo transcurrido desde que ambas especies se separaron.
Así, se ha calculado que entre un intervalo de 7 y 5 millones de años habría vivido el antecesor común de los chimpancés y el ser humano. En principio, todos los homínidos tienen una locomoción bípeda, documentada por la posición adelantada del foramen magnum (primero en el niño de Taung y después en todos los australopitecos) que indica que la médula espinal estaba en línea vertical con el cerebro, por lo tanto, la columna vertebral también era vertical respeto al cráneo (BERMÚDEZ DE CASTRO, 2004: 62 y 95).
Cuando R. Leakey, D. Johanson y T. White propusieron los árboles filogenéticos que hemos visto, en la década de los ‘70, los géneros que formaban parte de la familia de los homínidos eran el género Australopithecus y el género Homo, con una cronología entre los 3,9 y 2,9 millones de años para la aparición de los primeros homínidos pero más tarde algunos paleoantropólogos consideraron que los australopitecos robustos eran otro género al que denominaron Paranthropus (FOLEY, 2000: 90).
Con el descubrimiento del Ardipithecus ramidus en 1992 por Tim White y el Australopithecus anamensis por Meave Leakey, también en la década de los noventa, la cronología de los primeros homínidos se atrasó hasta los 4,5 y 4 millones de años documentándose así como mínimo tres géneros de homínidos, dependiendo de la aceptación o no del género Paranthropus. Los descubrimientos de la última década del Orrorin tugenensis y el Sahelanthropus tchadensis han aumentado el número de géneros considerados homínidos y, además coinciden con la cronología que proponen los relojes moleculares puesto que estas nuevas especies que dan lugar a nuevos géneros tienen una cronología de entre 6 y 7 millones de años (BERMÚDEZ DE CASTRO, 2004: 63 - 67), confirmándose la sospecha de Richard Leakey a los años ‘70 .
La relación que se establece entre estos géneros es muy difícil de establecer por la carencia de datos, aun cuando parece ser que hay un consenso general al considerar al Ardipithecus ramidus como el predecesor de los australopitecos, pese a que todavía conserva algunos rasgos como la dentición y la anatomía craneal parecidas más al chimpancé, por esto su posición todavía es muy discutida (FOLEY, 2000: 89).
Por otra parte, la posición del Orrorin tugenensis dentro la filogenia humana todavía no está clara puesto que sus descubridores afirman que ya era bípedo con unos rasgos más humanos que los de los australopitecos: sus dientes son pequeños, rasgo considerado moderno, mientras que su esmalte es grueso y la mandíbula fuerte, rasgos considerados arcaicos (MARMELADA 2006), por esto Meavy Leakey lo considera posible antecesor del Ardipithecus ramidus mientras que el equipo de Atapuerca no se posiciona sobre su relación filogenética.
Los australopitecos
Aún así, dónde sí que hay un consenso unánime es en considerar que el género anterior al género Homo y, por lo tanto, de dónde surgiría éste, es el género de los australopitecos. Este género se subdivide entre las especies gráciles (A. anamensis, A. afarensis yA. africanus) y las especies robustas (A. aethiopicus, A. boisei yA. robustus), aun cuando algunos autores han querido ver dos géneros: los australopitecos para las formas gráciles y los parantrópos para las formas robustas, pero las principales diferencias se encuentran en el tamaño de sus dientes, maxilares y rostros (AIELLO y ANDREWS 2000: 20).
El origen del género Homo
En la década de los ’70, D. Johanson y T. White defendían que el A. afarensis sería el antecesor común de la rama que daría lugar al género Homo así como de la rama que daría lugar a los australopitecos robustos, puesto que presenta características bípedas y arborícolas pues sus brazos son relativamente largos (BERMÚDEZ DE CASTRO, 2004: 79). De esta forma se explicarían las similitudes dentarias entre A. afarensis y Homo habilis y las similitudes craneales entre Homo habilis y los australopitecos robustos (LEWIN 1994: 242).
Más tarde, D. Johanson y B. Edgar consideraron la posibilidad de que A. africanus fuera el antecesor directo del género Homo, puesto que la arcada dentaria era más curva, similar a la humana, y los molares eran mayores que los de los homínidos posteriores pero morfológicamente similares a los del género Homo (Fig. 21) (BERKOVITZ, B. K. B., 1995) y ya no presenta el diastema que sí presentaba A. afarensis entre los caninos y los incisivos del maxilar (FULLOLA 2005: 58).
En este caso las similitudes encontradas entre los australopitecos y Homo habilis responderían a la herencia común mediante A. africanus, pero entonces las características dentarias compartidas entre A. afarensis y H. habilis se han de explicar como una inversión en la dirección evolutiva puesto que su dentadura habría de haberse reducido en tamaño (LEWIN 1994: 244). Así pues, D. Johanson y B. Edgar consideraban a final de la década de los ’90 que A. afarensis era el antepasado de A. africanus que derivaría en el género Homo, a la vez que A. afarensis sería el antepasado de los australopitecos gráciles.
En cambio, el equipo de Atapuerca considera que A. afarensis daría lugar a tres ramas diferentes representadas por A. garhi, A. africanus y P. aethiopicus, el primero daría lugar al género Homo, el segundo se extinguiría y el tercero derivaría en los parantrópos.
El Australopithecus garhi presenta una dentición posterior más grande que la del Australopithecus afarensis pero se distingue de los parantrópos al no presentar sus características faciales y craneales típicas. Sus antebrazos son relativamente largos comparados con los del Homo pero sus piernas no son tan cortas como las de los demás australopitecos. Sin embargo, el dato que más ha hecho tambalear los esquemas que se tenían ha sido la asociación del homínido a unas herramientas en un yacimiento próximo, además de documentarse huesos con evidencias de marcas de corte, por lo cual se puede suponer que A. garhi fabricaría herramientas, quedando abierta entonces la definición de Homo (BERMÚDEZ DE CASTRO, 2004: 83-84).
El descubrimiento del Kenyanthropus platyops por Meave Leakey en 2001 condujo a la creación de otra nueva especie y género datada en 3,5 millones de años, muy parecida a los australopitecos pero con una cara más plana y con dientes posteriores más pequeños. Meave Leakey y su equipo lo consideran una rama lateral surgida posiblemente del Australopithecus anamensis y con una posible relación con Homo rudolfensis a quien ellos proponen denominar Kenyanthropus rudolfensis (BERMÚDEZ DE CASTRO, 2004: 84) y coinciden con el equipo de Atapuerca al creer que de A. afarensis surgirían tres ramas con A. garhi, A. africanus yA. aethiopicus pero creen que el género Homo derivaría de una especie todavía desconocida.
Sin embargo, ¿cuáles son las características que definen el género Homo? Louis y Mary Leakey encontraron entre 1960 y 1963 los primeros restos fósiles que clasificaron como pertenecientes al género Homo, concretamente lo denominaron Homo habilis por su habilidad de hacer herramientas, puesto que junto con los fósiles se encontró industria lítica, aun cuando en un principio fue asociada a los parantrópos encontrados anteriormente, pero fue descartado por la mayor capacidad craneal del Homo habilis. Así pues el rasgo definitorio que hizo considerar esta especie perteneciente al género Homo fue esta habilidad de fabricar herramientas (BERMÚDEZ DE CASTRO 2004: 129-131).
Actualmente, algunas de las características que diferencian al género Homo de los australopitecos son las siguientes: diferencias en la dentición, mayor estatura y peso respecto los australopitecos, posición erigida y estación bípeda, la mano prensil con un pulgar que se puede oponer al resto de dedos, así como un volumen cerebral evolucionado entre 750 y 2000 cc., un torus supraorbitral variable pero no afilado, prognatismo reducido o ortognatismo, capacidad para producir artefactos y cultura, entre otras, pero de todas estas las más destacables son el aumento de la capacidad craneal, la bipedestación y la posibilidad de crear utensilios y cultura (EIROA 2006: 150 – 151).
Actualmente, desde que Bernard Wood propusiera en 1984 la subdivisión de la especie Homo habilis en Homo rudolfensis y Homo habilis debido a las grandes diferencias, estableciendo la denominación de Homo habilis para los fósiles más parecidos a los australopitecos y de Homo rudolfensis para los fósiles con rasgos más “humanos”, muchos son los autores que lo apoyan, entre ellos y tal y como se puede ver en los árboles filogenéticos antes presentados, el equipo de Atapuerca y D. Johanson y B. Edgar.
A pesar de todo, estos últimos creen en la posibilidad de que anterior al Homo rudolfensis y al Homo habilis existiera el Homo sp., (es decir, especie de Homo todavía no especificada) especie basada en un único ejemplar encontrado por Kimbel en 1994 en Hadar, que no se asemeja ni a H. habilis ni a H. rudolfensis ni a H. ergaster pero que se ha asociado a industria lítica (DD. AA.: 65).
Respecto al Homo rudolfensis, éste se distingue por la combinación de un cerebro grande y un aparato masticatorio desarrollado y parecido al de los parantrópos, mientras que el Homo habilis se caracteriza por presentar un cerebro mayor al de los australopitecos junto a una arquitectura general del cráneo primitiva y similar a la del Australopithecus africanus.
Aun así, en opinión del equipo de Atapuerca los fósiles de Homo rudolfensis se podrían incluir en Homo habilis si se acepta un marcado dimorfismo sexual igual al de los australopitecos y los parantrópos (ARSUAGA 2002: 135).
Si se acepta a Homo rudolfensis hace falta establecer entonces su relación evolutiva con las posteriores especies y es aquí dónde encontramos divergencia de opiniones. D. Johanson y B. Edgar creen que H. rudolfensis sería el predecesor de H. ergaster y H. habilis quedaría en una rama lateral que se extinguiría mientras que el equipo de Atapuerca cree que H. ergaster proviene de A. garhi puesto que el aparato masticatorio de H. rudolfensis / habilis es demasiado especializado para proponerlo como su antepasado y por esto lo posicionan en una rama lateral que también se extinguiría (ARSUAGA 1999: 149).
En todo caso, tanto si es Homo habilis o Homo rudolfensis quien se extingue, sí que hay un consenso al proponer que uno u otro son los antepasados del Homo ergaster, puesto que éste tiene un cráneo sensiblemente más grande que el de ambas especies con una capacidad craneal entre los 800 cc. y 1000 cc. (BERMÚDEZ DE CASTRO 2004: 170). Aún así, estudios más actuales parecen concluir que Homo habilis y Homo erectus llegaron a convivir, por lo que algunos creen que es poco probable que uno derivara del otro (MARMELADA 2007: 3).
La salida de África
El Homo ergaster (denominación de los Homo erectus de África), como el resto de homínidos analizados hasta ahora, habitaba en el continente africano, concretamente en la parte oriental y meridional, pero por primera vez se pueden encontrar formas similares en China o Java denominados Homo erectus con una cronología entre 1 y 1,8 millones de años, por lo cual se cree que Homo ergaster fue el primero homínido en abandonar el continente africano y llegar a Asia dando lugar a Homo erectus (Homo erectus strico sensu, es decir, la denominación de los Homo erectus de Asia) (FOLEY 2000: 94) y como creen D. Johanson y B. Edgar, llegaría también a Europa, dando lugar al Homo heidelbergensis.
Más recientemente se ha denominado Homo georgicus a una nueva especie que se documenta en Dmnasi (República de Georgia) al sur del Caucaso con una cronología de 1,8 millones de años y con una capacidad craneal que oscila entre los 600 cc. y 700 cc., inferior a la de Homo ergaster. Por esto mismo es posible que se encontrara en una situación intermedia entre Homo ergaster y Homo habilis con quien comparte la inclinación del frente y un torus supraorbitral marcado, aun cuando el Homo ergaster tiene una mandíbula más grande y robusta que la de Homo georgicus (BERMÚDEZ DE CASTRO 2004: 154 – 155 y 164). El equipo de Atapuerca ha aceptado esta nueva especie aun cuando todavía no la relaciona con la resta de homínidos documentados puesto que los últimos descubrimientos han hecho más difícil su filiación. A pesar de todo, Homo georgicus podría ser el homínido más antiguo de Eurasia occidental (EIROA 2006: 139).
El continente europeo tradicionalmente se creía que había sido habitado por primera vez por el denominado Homo heidelbergensis (denominación de los Homo erectus de Europa) documentado en la denominada mandíbula de Mauer con unos 500.000 años de antigüedad y esta versión es la que recogen D. Johanson y B. Edgar en su árbol evolutivo. Sin embargo, el descubrimiento en 1997 del que el equipo del yacimiento de Atapuerca (Burgos) propone como una nueva especie, Homo antecesor, hace tambalear el esquema tradicional puesto que en su día se le dató con una cronología que oscilaba entre los 850.000 y 800.000 años, retrasando la llegada a Europa unos 300.000 años, incluso actualmente se ’han descubierto fósiles de Homo antecesor con una cronología que supera el millón de años.
El equipo de Atapuerca descarta la idea de que fuera Homo erectus puesto que le carece su especialización así como también descartan que sean una población tardía de Homo ergaster puesto que la capacidad craneal del Homo antecesor oscila entre los 1000 y 1200 cc., muy superior a la de Homo ergaster, además de que la cara de Homo antecesor es increíblemente moderna y con relieves, a diferencia de sus predecesores que tenían una cara plana.
Aceptar que Homo antecesor es una nueva especie supone aceptar que llegaría a la Península Ibérica por vía terrestre, es decir, des de Asia atravesando toda Europa, puesto que se descarta la vía marítima ya que las corrientes del Estrecho de Gibraltar no serían favorables en aquellos momentos, además del hecho de que no se le asocia conocimientos de navegación, pero los únicos fósiles más o menos contemporáneos encontrados en el resto de Europa y Asia se asocian a Homo erectus (ARSUAGA 2002: 237-239). Por esto, el equipo de Atapuerca proponía que H. ergaster daría lugar a H. antecesor en África expandiéndose des de allí hacia el norte y finalmente derivaría en una nueva especie, Homo heidelbergensis (DD. AA.: 82-83).
El origen del hombre moderno
Respecto al origen de Homo sapiens, D. Johanson y B. Edgar creen que Homo heidelbergensis se ramificaría en dos ramas paralelas representadas por Homo neanderthalensis y Homo sapiens, los cuales llegaron a convivir.
Tradicionalmente se pensaba que los neandertales compartían especie con Homo sapiens, denominándose Homo sapiens neanderthalensis y Homo sapiens sapiens, incluso se creía en la idea de que como consecuencia de la convivencia entre ambas especies podría haber nacido algún híbrido. Actualmente los estudios paleoantropológicos basados en los resultados del ADN fósil extraído de los neandertales parece demostrar que era una especie aparte, el Homo neanderthalensis (PEQUEÑO 2005: 74).
El Homo neanderthalensis se diferencia del Homo sapiens en una capacidad craneal mayor que oscila los 1.300 y 1750 cc., así como una masa ósea mayor que la de Homo sapiens y una gran masa muscular. A diferencia de Homo sapiens el cráneo de los neandertales es grande y alargado y presenta un torus fuerte y marcado (BERMÚDEZ DE CASTRO 2004: 253-254).
En cambio, el equipo de Atapuerca propone que la ramificación en dos ramas ya se da antes a partir del Homo antecesor que derivaría en Homo heidelbergensis y en Homo rhodesensis, que a la vez darían lugar al Homo neanderthalensis y alHomo sapiens, respectivamente.
A pesar de todo, tanto D. Johanson y B. Edgar como el equipo de Atapuerca apoyan la teoría sobre el origen del humano moderno denominada Out off Africa (también se conoce como “Arca de Noé” y más recientemente como “Eva mitocondrial” o “Eva Negra”) que postula que el Homo sapiens se originó en África en una población geográficamente aislada y que a partir de ahí se expandieron los humanos ya anatómicamente modernos sustituyendo a las poblaciones que habitaban Asia y Europa (LEAKEY 1999: 182). El equipo de Atapuerca apoya la idea de que el Homo sapiens provendría del Homo rhodesiensis, especie que se sitúa en África con una cronología oscilando entre los 600.000 y 250.000 años (BERMÚDEZ DE CASTRO 2004: 279).
Por otra parte, otros autores apoyan otra teoría denominada multirregional que describe una transición evolutiva de Homo erectus a Homo sapiens, con fases intermedias, que se daría en África, Asia y Europa, sin migración ni sustitución de la población (LEAKEY 1999: 182).
CONCLUSIONES
En conclusión, la reconstrucción de la evolución humana representada por los diferentes árboles filogenéticos varía mucho dependiendo de los autores que lo proponen que interpretan el registro fósil de una u otra manera como hemos podido observar. Además, también depende de los datos disponibles en el momento de hacer la reconstrucción tanto a nivel de registro fósil como a nivel metodológico puesto que, como hemos visto, muchos de los nuevos descubrimientos han hecho que algunas hipótesis anteriores que se consideraban como válidas fueran inviables, obligando a analizar de nuevo todos los datos disponibles y a formular nuevas hipótesis más adecuadas.
Hay que tener en cuenta que la interpretación del registro fósil a veces es muy subjetiva y que los paleoantropólogos están influenciados por una larga tradición historiográfica. Esta tradición historiográfica a veces se puede convertir en un handicap añadido puesto que, al estar tan arraigado en un mismo, condiciona la visión que se tiene del registro fósil de una manera inconsciente haciendo que a veces se tengan muchos prejuicios e ideas presupuestas que no permiten ampliar la visión y considerar otras posibles hipótesis, probablemente retrasando el proceso de investigación y las conclusiones a las que se llega a través de él.
Por otra parte, como se ha podido comprobar, no hay ninguna verdad absoluta y todas las conclusiones a las que se ha llegado son hipótesis basadas en una determinada interpretación del registro fósil. Por tanto, se puede decir que en el estado actual de la cuestión tan sólo estamos empezando a asentar las bases de un proceso de investigación que, aunque empezó hace mucho tiempo, es actualmente con el apoyo de otras disciplinas cuando empieza a dar resultados probablemente más fiables sobre la evolución humana y las relaciones filogenéticas que se establecen entre los diferentes homínidos, las cuales son más complicadas de lo que se supuso en un principio. Por esto hace falta continuar confiando en el proceso de investigación que nos ayudará a conocer, al menos un poco más, la evolución de la especie humana hasta llegar a la única especie superviviente, el Homo sapiens.
BIBLIOGRAFÍA
-AIELLO, L. C. i ANDREWS, P. (2000): “Los australopitecinos en revisión”. En: Human Evolution, vol. 15, nº1-2, pp.17-38.
-ARSUAGA, Juan Luís (2002): La especie elegida: la larga marcha de la evolución humana, Temas de Hoy, Madrid.
-ASFAW, Berhane, WHITE, Tim, OWEN, Lovejoy et alt. (1999):"Australopithecus garhi: A New Species of Early Hominid from Ethiopia En: Human Nature, vol.284, nº 5414, pp.629-635.
-BERKOVITZ, B. K. B. et alt. (1995): Atlas en color y texto de anatomía oral: Histología y embriología, Elseber España. Versión electrónica.
-BERMÚDEZ DE CASTRO, José María et alt. (2004): Hijos de un tiempo perdido: La búsqueda de nuestros orígenes, Ares y Mares, Barcelona.
-DD. AA.: Homínidos, Apuntes de la Cátedra de Antropología Biológica I, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy.
-EIROA, Jorge Juan (2006): Nociones de Prehistoria general, Ariel, Barcelona.
-FOLEY, Robert (2000): Humanos antes de la Humanidad, Edicions Bellatterra, Barcelona.
-FULLOLA, Josep Maria i NADAL, Lorenzo (2005): Introducción a la prehistoria. La evolución de la cultura humana, Editorial UOC, Barcelona.
-LEAKEY, Richard i LEWIN, Roger (1999): Nuestros orígenes. En busca de lo que nos hace humanos, Editorial Crítica, Barcelona.
-LEWIN, Roger (1994): Evolución humana, Salvat, Barcelona.
-MARMELADA, Carlos A. (2006): Evolución humana: descubrimientos más recientes. Texto de la conferencia pronunciada en Pamplona, el 29 de Agost de 2006, en el curso "Ciencia, Razón y Fe" organitzado por el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad de Navarra.
-MARMELADA, Carlos A. (2007): Nuevos descubrimientos de Homo habilis y Homo erectus en las proximidades del lago Turkana.
-MUÑOZ AMILIBIA, Ana Maria (coord.) (2001): Prehistoria, vol. I, UNED, Madrid.
-PETIT, Maria Àngels i FULLOLA, Josep Maria (coords.) (2005):Tal como éramos, Ariel, Barcelona.
-QUEROL, Maria Ángeles (1998): De los primeros seres humanos, Síntesis, Madrid.
-TURBÓN, Daniel (2005): La evolución humana, Ariel, Barcelona.
- Eli_Silmarwen's blog
- Inicie sesión o regístrese para enviar comentarios
Incluso me parece que es un compendio bastante válido y muy bien explicado de la situación actual, hija. Se me ocurre que faltarían por incorporar las conclusiones derivadas de los hallazgos de los últimoa años, a saber:
- Las cuestiones derivadas de la hibridación entre diferentes especies de Homo y cómo ha podido quedar plasmado (los estudios de Trinkaus y Zilhao, los análisis de genoma Neandertal, etc.)
- Descartar al antecessor como antepasado directo del sapiens (creo que ya es definitivo, lo reconoce hasta Arsuaga) y los nuevos hallazgos de esta especie (creo que en Francia).
- Incorporar los últimos hallazgos de sapiens arcaicos en Africa, oriente medio y Cáucaso, creo recordar que hasta de 150000 años de antigüedad.
No sé si me dejo alguno... La polémica sobre la multirregionalidad del origen del sapiens sigue viva, creo, aunque es mayoritaria la aceptación de Out of Africa.
Buen trabajo, hija!!! Tu reserva académica me llena de orgullo y satisfacción
- Inicie sesión o regístrese para enviar comentarios
Comentar que el artículo lo realicé en 2006 por lo que puede estar desfasado en algunos aspectos. Sin embargo, al ser un análisis historiográfico de dos momentos muy concretos puede ser igual de válido para mostrar el conocimiento de la disciplina en dichos momentos.